La jubilación está cada vez más próxima a convertirse en un problema generalizado. La revalorización anual de pensiones, el incesante incremento de personas que finalizan su etapa laboral, la escasa natalidad y el consecuente crecimiento del gasto en las prestaciones aceleran el momento del ‘crack’ del sistema público. La única alternativa realista es prepararse para el futuro.
Nuestra etapa profesional ocupa un importante porcentaje del total de nuestra vida. Tras muchos años contribuyendo con nuestro trabajo no solo a nuestro mantenimiento y el de nuestra familia, sino también al de las estructuras económicas y sociales del país, llega el momento del retiro profesional. Es sabido por todos que este acontecimiento marca un antes y un después en nuestros ingresos: la jubilación implica necesariamente cierta pérdida de poder adquisitivo con respecto al salario, pero lo indudable es que el problema va mucho más allá. La autorresponsabilidad y el ahorro personal son las únicas estrategias que nos garantizan que no tendremos carencias cuando alcancemos la jubilación. Para que no nos limitemos a guardar dinero, sino que además podamos sacarle partido hasta el momento de tener que recurrir a él, el mercado pone a nuestra disposición una amplia variedad de productos de ahorro. Y de cara a la previsión enfocada a la jubilación, los planes de pensiones son los instrumentos ideales para ello.
Insostenibilidad del sistema público
El sistema público de pensiones está cada día más en cuestión. El gasto en pensiones alcanzó el pasado mes de agosto un nuevo récord: nada menos que 9.681,5 millones de euros fueron destinados al pago de las prestaciones contributivas por parte de la Seguridad Social, un 5% más que en el mismo mes de 2018, según los datos del Ministerio de Trabajo. Por otro lado, en ese mismo periodo el número de pensiones creció un 1,2%, superando los 9,7 millones, también una cifra que no se había visto hasta la fecha, acumulando un total de 43 meses consecutivos de incrementos situados por encima del 1%.
Ni siquiera estos datos son los más preocupantes: el problema más grave está en el aspecto demográfico y sus consecuencias inminentes. La cuenta atrás para la jubilación de los nacidos en la generación del Baby-Boom-una época caracterizada por su especialmente elevada natalidad-, el constante envejecimiento poblacional, con un crecimiento en absoluto acompasado en el número de habitantes y, en general, esas perspectivas demográficas que nos señalan para dentro de pocos años como el país más envejecido del mundo, son el verdadero drama que se avecina. Y es que hablamos de ingentes fallos en las dos patas del sistema que inciden en su sostenibilidad: aumento exponencial de perceptores de pensiones (mayor gasto) e insuficiencia de agentes financiadores, es decir, cotizantes (menores ingresos).
Ante este panorama, se hace imprescindible limitar la fe ciega en que el Estado de Bienestar podrá hacer frente a la situación, y tomar las riendas de la futura jubilación. En este sentido, solo existe una fórmula con garantía de eficacia: el ahorro privado finalista, llevado a cabo de manera personal y con anticipación suficiente al momento del retiro. Esto es, cuanto antes mejor.
Lógicamente, este tipo de ahorro debe trascender el mero acto de guardar dinero, con el objetivo de rentabilizarlo y, llegado el momento, haber sacado el máximo partido a estos ingresos. Con este fin, existen numerosos productos financieros, pero la herramienta estrella, especialmente configurada y desarrollada con el objetivo del ahorro para la jubilación, son los planes de pensiones.
¿Por qué un plan de pensiones?
Cada vez más personas, tomando una posición previsora y responsable, optan por contratar un plan de pensiones con el que, además de ahorrar y obtener una rentabilidad que permita complementar la prestación pública, consiguen pagar menos en la Declaración de la Renta. Sin embargo, a pesar del aumento de la concienciación en esta necesidad, en España aún no existe un nivel de ahorro destinado a la jubilación comparable al de otros países de nuestro entorno. Según el último informe anual de Instituciones de Inversión Colectiva que elabora Inverco, nuestro país registra uno de los datos más bajos del conjunto de la OCDE en lo que respecta al patrimonio de los planes de pensiones sobre el Producto Interior Bruto.
El aspecto más importante a tener en cuenta a la hora de decidirse por uno de estos instrumentos es la rentabilidad, que supone ese porcentaje extra de rendimiento que podemos obtener del dinero invertido. Especialmente destacable, lógicamente, es la rentabilidad a largo plazo, ya que estamos hablando de productos diseñados para tener años de duración y, por lo tanto, lo interesante es tener en cuenta qué rendimiento podemos llegar a obtener en esos periodos.
Las ventajas fiscales también son un punto que puede tenerse en consideración en la contratación de productos de ahorro a largo plazo. En el caso de los planes de pensiones, estas se dan gracias a las aportaciones que se realicen. La flexibilidad de esas aportaciones es precisamente otra de las ventajas de estas herramientas.
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