El estrés laboral es una de las grandes epidemias del momento y el síndrome de desgaste profesional,conocido por su término anglosajón burnout, afecta sobre todo a las profesiones asistenciales. Empresas e instituciones tienen que poner de su parte para reducir su impacto, pero quienes los sufren también deben saber cómo hacerles frente y, para ello, es fundamental conocer los síntomas.
Isabel Aranda, psicóloga, coach y especialista en psicología del trabajo y de las organizaciones, y Elisa Sánchez, psicólogoa, consultora y formadora especializada en recursos humanos y salud laboral, nos ayudarán a comprender qué es el estrés laboral y cuál es su repercusión en nuestra salud profesional y personal. Igualmente, aprenderemos a diferenciar el estrés laboral del síndrome de burnout, tanto en síntomas como en el proceso de recuperación posterior. También puedes leer el artículo completo en nuestra Revista PSN 79.
Definiciones del estrés laboral
Aunque puede parecer un tema manido, no lo es en absoluto. Todavía tendemos a trivializar el estrés laboral. Sin embargo, según los datos que ofrece la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo (Eurofound) el estrés representa el 28% de los problemas de salud relacionados con el entorno laboral y es la segunda causa directa de incapacidad temporal en la Unión Europea, únicamente superada por los trastornos musculoesqueléticos.
Según la Sociedad Española de Medicina y Seguridad del Trabajo (SEMST), su impacto podría ser todavía mayor, ya que el estrés parece estar detrás de más de la mitad de las bajas laborales en España, muchas veces de forma indirecta. De hecho, en nuestro país, el Congreso de los Diputados aprobó el pasado 29 de mayo una proposición de no ley para incluir el estrés y el acoso laboral en el listado de enfermedades profesionales.
Diferentes organizaciones, institutos e instituciones tienen su propia definición del estrés laboral, haciendo hincapié en aspectos relevantes del mismo para nuestra salud:
- La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) coinciden al considerar el estrés como uno de los principales retos del siglo XXI desde el punto de vista laboral y profesional. Afecta al quienes lo padecen, al clima, la productividad y la competitividad de las organizaciones para las que trabajan.
- De hecho, la OIT define el estrés laboral como “enfermedad peligrosa para las economías industrializadas y en vías de desarrollo, que perjudica a la producción, al afectar a la salud física y mental de los trabajadores”.
- Para la Health and Safety Commission británica, el estrés es la reacción de las personas a presiones excesivas.
- El National Institute for Occupational Safety and Health, lo describe como el conjunto de respuestas nocivas, físicas y emocionales, que se producen cuando las exigencias del trabajo no se corresponden con las capacidades, recursos o necesidades del trabajador.
Diferencias entre el estrés y el síndrome de burnout
Más allá del compromiso gubernamental y empresarial con la prevención, la atención y la vigilancia de los riesgos psicosociales derivados del trabajo, como el estrés laboral, los psicólogos clínicos insisten en subrayar otra idea. Lo cierto es que existe un componente subjetivo a la hora de desarrollar el estrés crónico, que explica que algunas personas sean más vulnerables a otras.
Dicho de otra forma, hay situaciones puntuales particularmente exigentes que afectan a todo el mundo en mayor o menor medida. Algunos ejemplos de estos casos serían hacer frente a una crisis inesperada, disponer de muy poco tiempo para entregar un proyecto importante o tener a medio departamento de baja por gripe en el momento más complicado del año. Salvo que el ambiente laboral sea francamente hostil, la mayoría vuelve a la normalidad cuando ha pasado la tormenta. No obstante, hay quien vive esas fases con gran intensidad. Estas personas no logran reponerse y acumulan tensión, sintiendo que no disponen de recursos, tiempo y energía para hacer frente a las continuas exigencias del trabajo. Si no tomamos las medidas oportunas frente a estos síntomas, el estrés ya es crónico.
El burnout, o síndrome de estar quemado, es más complejo y devastador que el estrés laboral. “Es propio de profesiones asistenciales – sanitarios, docentes, trabajadores sociales, etc. También se da cuando se sufre una presión muy intensa pero parte de otras personas en el entorno laboral. El burnout está más vinculado con las relaciones personales en el trabajo que con el trabajo en sí mismo.” Explica así las diferencias entre el síndrome de burnout y el estrés laboral Isabel Aranda, psicóloga, coach y especialista en psicología del trabajo y de las organizaciones.
Así, el burnout es una respuesta prologada del estrés, pero con un componente emocional e interpersonal particularmente intenso. “En las profesiones asistenciales te enfrentas continuamente con situaciones en las que es necesaria la empatía. La combinación con la sobrecarga laboral puede hacer que te sientas totalmente desbordado, incapaz de proporcionar la ayuda que consideras que debes proporcionar. Entonces, generas un mecanismo de defensa, que consiste en despersonalizar a los destinatarios de tu trabajo –alumnos, pacientes, etc.-, tratándolos como objetivos para dejar de sufrir.
Esta estrategia funciona a corto plazo, pero después te destroza. Al tratarse de profesionales muy vocacionales, comprender que ya no te implicas ni estás comprometido con tu trabajo hace que todo pierda sentido. De ahí que el burnout se diagnostique a menudo cuando ya ha dado lugar a una depresión”, cuenta Elisa Sánchez, psicóloga, consultora y formadora especializada en recursos humanos y salud laboral. “El trabajo resulta inaguantable – continúa Isabel -. No puedes soportar más el agotamiento físico, mental y emocional, y eres incapaz de pensar con claridad.
El burnout tiene muchas consecuencias sobre cómo te percibes a ti mismo: afecta a tu autoestima, tu autoimagen y tu identidad. Sientes que no eres nadie y que no sirves para nada. Llegados a este punto, resulta muy complicado tomar decisiones. No estás en plenitud. No dispones de tus recursos habituales”.
Cómo detectarlos a tiempo
Mientras el estrés crónico tiene como características la sobreimplicación en los problemas y la hiperactividad emocional, el burnout deriva en la falta de implicación y el embotamiento emocional. En el primero, hay cansancio o falta de energía física, mientras que en el segundo el agotamiento conduce a la ausencia de energía psíquica.
“El burnout tiene más que ver con exigencias emocionales y una señal de alarma evidente es no querer saber nada de tus alumnos o tus pacientes. Querer que se vayan, que se acabe ya. Después vendrá aceptar que hay cosas que no puedes cambiar y aprender recursos para empatizar sin contagio emocional. Se trata de cambiar lo único que está en tu mano cambiar: el modo en el que vives lo que te sucede y afrontas aquello que sí depende de ti”, explica Elisa.
Darse cuenta es el inicio, pero no es posible recorrer el camino de la recuperación sin ayuda profesional. “Una persona con burnout tiene que tomar distancia de su situación y comprender que lo que sucede no es de ella misma. Tiene que recuperar su identidad, ya que tiende a identificar eso tan desagradable, difícil de manejar y doloroso que está viviendo con toda su persona. Ese primer paso es un gran paso, ya que se recupera a sí misma y empieza a darse cuenta de que tiene que cuidarse. ¿Qué ocurre? Que para dar este primer paso se suele necesitar la ayuda de un psicólogo”, añade Isabel Aranda.
El psicólogo también es el profesional adecuado para abordar el estrés crónico. Pero, en ese caso, el proceso terapéutico es corto y, en unas cuantas sesiones, la persona puede aprender a relajarse y a manejar la tensión a través de sencillas técnicas para pensar y actuar de forma más favorable.
El burnout es más complejo. “Una vez se ha tomado distancia –prosigue Isabel-, el segundo paso es recuperar tu marco de referencia, preguntarte qué quieres para ti y hacerte responsable de lo que te sucede. Ese compromiso, no obstante, no será suficiente sin dar el tercer paso, que es actuar para que las cosas sean diferentes. A veces, no es necesario cambiar de trabajo para cambiar de vida”.
Balance vida-trabajo
La aceptación y el cambio de los que hablan Elisa e Isabel pueden devolver la motivación y hasta el entusiasmo a la esfera profesional de quien ha pasado por un episodio tanto de estrés crónico como de burnout, pero la existencia es mucho más que eso. En consecuencia, quienes estudian los riesgos psicosociales derivados del entorno laboral han acuñado un concepto central: el balance vida-trabajo. Empresas a instituciones pueden y deben actuar como agentes facilitadores, a través de políticas de conciliación, flexibilidad, teletrabajo, etc.
Sin embargo, en última instancia, la pelota de la vida siempre está en el propio tejado. “Recuperarte a ti mismo también consiste en aprender a desconectar de tu trabajo, a cuidarte y a prestar atención a las otras facetas de tu vida, a cultivar tus aficiones, a compartir tiempo con las personas a las que quieres… Además, a mí me parece muy importante practicar la gratitud: tendemos a poner el foco en lo que nos falta, en lugar de agradecer lo que tenemos. Si cambiamos esa perspectiva, empezamos a ver que en muchas cosas somos afortunados”, concluye Elisa Sánchez.
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