La reciente crisis del ébola en España ha puesto de manifiesto varios frentes en los que los profesionales sanitarios están desprotegidos. Pero tal vez uno algo menos evidente es el de la gestión del estrés. No sólo las grandes emergencias o el personal que se dedica a atender los servicios de urgencias están expuestos a éste, sino prácticamente cualquier trabajador sanitario implicado en el trato diario al paciente.
A pesar de que tiene graves consecuencias en el funcionamiento de cualquier organización (y puede llevar a cometer errores a veces fatales), con una estimación de 240.000 millones de euros perdidos en la UE sólo en causas relacionadas con el estrés laboral, los profesionales sanitarios no parecen recibir entrenamiento para combatirlo, a pesar de que también tiene un impacto positivo en la mejora del paciente. Un estudio de la revista de la National Medical Association de Estados Unidos describía que, en la década pasada, un 57% de los trabajadores sanitarios “rara vez” o “nunca” practicaban técnicas para combatir su propio estrés. Ya en 2012, tan sólo un 12% de los pacientes aseguraba hablar del estrés con los profesionales sanitarios.
La buena noticia es que algunas de las técnicas para reducir el estrés son particularmente sencillas y pueden implementarse correctamente con tan sólo algunas sesiones de entrenamiento. Entre ellas se encuentra proporcionar oportunidades a los profesionales para compartir, y llegado el caso analizar, sus experiencias y preocupaciones con otros colegas o con profesionales de forma regular. Estimular el ejercicio o entrenar en técnicas de respiración son otra alternativa. Pero tal vez la más importante de todas consiste en enseñar al personal sanitario a reconocer los síntomas del estrés en ellos mismos y en sus compañeros y en dejar atrás la cultura del super-hombre que a veces emerge en algunos profesionales; olvidando que tienen que estar bien ellos a fin de atender mejor al paciente.
Vía | Redacción Médica
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