Cada 26 de julio celebramos el Día de los Abuelos, una fecha que nos invita a rememorar todos aquellos momentos y lecciones aprendidas de los abuelos, que son transferidos de generación en generación y marcan toda una vida. Ya sea desde el recuerdo, o al lado de nuestros abuelos, en esta entrada queremos hacer referencia a algunas de las enseñanzas que perdurarán para siempre.
Hay quien piensa que el Día de los Abuelos debería ser conmemorado a diario, y es que en realidad no hay un solo día en el que no nos acordemos de quienes han supuesto, y aún suponen, los mayores maestros de nuestras vidas. Los abuelos y abuelas son aquellos mentores que nos guían y nos cuidan, incluso cuando ya no están entre nosotros. En este 2020, marcado por la pandemia de Coronavirus que ha azotado cruelmente a la población más mayor, el Día de los Abuelos adquiere un significado más simbólico y especial que nunca. Este año, rendimos homenaje a todos los abuelos para recordar algunas de las lecciones que nos han sido enseñadas a lo largo de nuestras vidas y que jamás olvidaremos.
Comenzando por todas las experiencias personales, los abuelos son un auténtico libro abierto lleno de historias, anécdotas y recuerdos que mantienen vivos mediante las palabras. Experiencias de cuando eran niños, momentos añorados, los mejores y peores días, las batallitas… Son capaces de transmitirnos todas sus historias vitales como si se tratasen de un cuento, y todos y cada uno de los relatos pueden cambiar la perspectiva con la que vemos y afrontamos nuestras vidas.
No todo son historias personales, si no que los abuelos son toda una fuente de sabiduría. En la vida, en ocasiones aprendemos a partir de fracasos y los peores momentos. Muchos de los abuelos han formado parte de una generación que ha vivido lo peor y lo mejor de las últimas décadas en España, y han sido capaces de salir adelante, e incluso hacernos salir adelante, gracias al esfuerzo, y dedicación. Los abuelos nos enseñan el valor del trabajo, la humildad, lo que cuesta ‘ganarse el pan’, o la disciplina. Nadie más sabe de la vida tanto como los abuelos.
Por otro lado, de los abuelos aprendemos una forma diferente de querer. Se trata de un sentimiento y aprendizaje mutuo, bidireccional, sobre un amor incondicional. La relación entre los nietos y los abuelos está basada en un amor cómplice que permite establecer vínculos inquebrantables. Los abuelos son cariñosos, generosos, nos comprenden y empatizan con nosotros desde una posición de ternura y protección.
No podemos olvidar, por supuesto, todos aquellos platos y recetas que siempre quedarán en nuestros paladares. Nadie es capaz de cocinar mejor que los abuelos y abuelas. Toda una vida jugando con los sabores, hasta dar con los ingredientes perfectos que, aunque acabemos heredando, nunca sabremos replicar, por mucho tiempo que pase. Es la magia de los años.
Es dicha magia la que nos recuerda que, independientemente del tema que se trate, nuestros abuelos y abuelas siempre tendrán la razón. Nadie como ellos sabe el frío que va a hacer (“ponte una chaqueta que, va a refrescar”), o el desenlace de una relación amorosa (“no te conviene, hazme caso que soy mayor”). E incluso a través de los innumerables refranes, incluidos en prácticamente cada frase, podemos extraer grandes conocimientos vitales.
Los abuelos que tanto hemos amado seremos nosotros en un futuro. Y es por ello que son eternos.
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