null Córcega, la isla de la Belleza

Esta isla francesa, cuya capital, Ajaccio, vio nacer a Napoleón Bonaparte, se convierte en un enorme jardín cuando llega la primavera. El tomillo, el romero o la lavanda son algunos de los aromas que se pueden percibir en Córcega antes de que llegue el calor acuciante.

De hecho, abril y mayo son los meses más recomendables –si se busca conocer la isla y relajarse en sus playas- para disfrutar de todo lo que la vecina de la italiana Cerdeña tiene que ofrecer al turista. Unos campos en flor que complementan las vistas a paisajes exuberantes e infinitos, a playas y reservas naturales, cercanas, a la vez que desconocidas.

Cuenta con más de mil kilómetros de costa, de los que trescientos son playas de arena fina –como las de Bonifacio o Porto Vecchio- y que invitan, además, a practicar submarinismo y diferentes deportes náuticos.

En contraste, el interior de esta isla francesa es montañosa y de abundante vegetación (es lo primero que la distingue de sus hermanas del Mediterráneo), entre la que se esconden pueblos de cuento como el de Calvi (bahía flanqueada por unas grandiosas montañas cubiertas de nieve) o Bonifacio (con unos impresionantes acantilados blancos).

No en vano los griegos bautizaron a Córcega como Kallisté (“la más bonita”), calificativo que se mantiene hasta hoy, o como la isla de la Belleza o la Verde, por la fuerte identidad que adquiere aquí la naturaleza y que, con la cultura que oferta, la convierten en una mezcla turística perfecta.

Picos nevados con vistas al mar, lagos rodeados de pino, follaje que baja hasta tocar las olas, cañones de granito, pueblos medievales fortificados perfectamente conservados… Impresionantes esculturas naturales, paisajes caóticos y exóticos que se pueden descubrir en Scandola, la primera reserva de Francia a la vez terrestre y marina y una de las más impresionantes de Córcega; o el Parque Natural Regional, situado entre Calvi y Porto-Veccio, que cubre más de un tercio de la superficie de isla y en el que es posible encontrar más de 2.000 especies vegetales; además de sus calas y playas.

Pero Córcega suma un amplio patrimonio cultural a su rica vegetación, un ambiente chic –materializado en los yates que alberga el puerto deportivo de Saint Florent- y más de 200 playas de arena blanca y aguas turquesas. Fenicios, griegos, etruscos, romanos, bárbaros, sarracenos, entre otros muchos pueblos, han hecho de este enclave francés en un destino histórico. Ruinas prehistóricas, murallas griegas, torres genovesas (como la Tour Sénèque, a casi 600 metros de altitud y que ofrece una de las más bellas panorámicas de la isla) o excursiones al pasado de Napoleón Bonaparte, uno de los corsos más conocidos de la historia.

3 recomendaciones para disfrutar del viaje:

  • Es imprescindible visitar la isla en coche. Su red de carreteras es de las mejores del Mediterráneo y sólo conduciendo se pueden conocer sus precipicios, acantilados, los pueblos más escondidos y las impresionantes reservas naturales que ofrece Córcega- Es posible alquilar el coche allí o trasladarlo desde otro punto a través de ferry.
  • Su oferta gastronómica y vinícola es esplendida. Juega entre lo francés y lo italiano y los mejores platos están compuestos de carne (sobre todo cerdo), pescados y verduras.
  • Aunque la visitemos en meses lejanos al verano, no hay que olvidarse el bañador. Su clima cálido y suave invita siempre a sumergirse, más que sólo a pasear, en las aguas que bañan sus playas.
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