El próximo día 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad. Reconocido como tal por la Asamblea General de la ONU en 2012, el objetivo que persigue es dar relevancia a la felicidad y al bienestar como aspiraciones de todos los seres humanos. No obstante, la ética e incluso la filosofía entran en juego a la hora de preguntarnos qué es la felicidad y, sobre todo, una pregunta estrella: ¿cuál es la relación entre la felicidad y el dinero?
Naciones Unidas incorpora una alusión a la economía en su definición del Día Internacional de la Felicidad. “La resolución (refiriéndose a la resolución 66/281 decretada en 2012) reconoce, asimismo, la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado”, describe en su página web.
Con este punto de vista, la ONU busca ir más allá de los bienes materiales con los que, en muchas ocasiones relacionamos la felicidad. También incumbe con la definición en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como la erradicación de la pobreza, la reducción de las desigualdades y la garantía de una vida saludable y bienestar universal.
El dinero sí da la felicidad
Se trata de una afirmación que suena hasta intransigente. Por eso, quizá en ocasiones escuchemos aquello de “el dinero no da la felicidad pero ayuda”. Se trata de ir más allá de una simple afirmación, la relación entre dos conceptos que implican, de forma indirecta, valores humanitarios, normas éticas y morales, la crisis económica, el consumismo… Sin embargo, existen diversos estudios científicos, realizados con una prueba demográfica óptima para generalizar, que demuestran cómo el dinero sí influye en la felicidad.
- Estudio de la Universidad de Princeton publicado en la revista científica Proceeding of the National Academy of Sciences (PNAS). Esta investigación de campo se realizó durante los años 2008 y 2009 y participaron cerca del medio millón de personas. Entre sus conclusiones destacan:
- El bienestar emocional aumenta a medida que aumentan los ingresos percibidos.
- El límite reside entre los 75.000 dólares anuales (cerca de 66.356 euros): para los que ingresan menos de esta cantidad, “es difícil ser feliz”.
- Los ingresos bajos, más que relacionarse con la felicidad, se asociación con la “evaluación del bajo bienestar emocional” y con desgracias como la mala salud, fracasos en relaciones personales y/o laborales, etc.
- Happiness, income satiation and turning points around the world es otra investigación elaborada por un grupo de científicos que mide el nivel de bienestar de 1,7 millones de personas. Entre sus conclusiones destacan:
- Coincide con el informe anterior al apuntar que existe un umbral del dinero-felicidad. El bienestar es proporcional: por encima del límite, aumenta; por debajo, decae.
- Este límite se establece entre los 60.000 y 70.000 dólares anuales, aunque las cifras dependen de la riqueza y el PIB de los países.
- Apunta también como cifra clave los 95.000 dólares anuales: por encima de esta cantidad, se producen los “efectos de habituación” o “adaptación”. Un ejemplo: al comprarnos un coche de alta gama podemos sentirnos más felices, aunque con el paso del tiempo, “nos adaptaremos” al coche, por lo que esa sensación disminuirá.
La psicología positiva y la relación entre la tristeza y el dinero
Encontramos también investigaciones científicas que intentan demostrar lo contrario: la inexistente relación entre el dinero y la felicidad. Sobre todo, este campo está trabajado por la rama de la “psicología positiva”. Para Martin Seligman, psicólogo estadounidense reconocido últimamente por su trabajo en este campo, existen cinco componentes presentes en personas felices: emociones y relaciones positivas, compromiso, sentido de la vida y logro. Como vemos, el dinero no se encuentra entre estas “necesidades” para ser felices.
Por su parte The University of Bristish Columbia desarrolló un estudio publicado en la revista Social pscychological and personality science. La novedad de este es que parte de la base científica de la relación entre el dinero y la felicidad, pero se centra en estudiar la relación entre el nivel de ingresos y la tristeza. Entienden que felicidad y tristeza son estados emocionales distintos y que “un mayor ingreso se asocia con una menor tristeza, pero no tiene relación con la felicidad”.
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