null Innovación educativa y educación emocional: una transformación urgente

La crisis de la educación está generando desmotivación y desesperanza en alumnos y docentes. Con el fin de transformar la enseñanza, surgen propuestas innovadoras, muchas de ellas centradas en cualidades que conforman la inteligencia emocional, en las que reside gran parte del bienestar y el éxito vital de la persona.

"El futuro se juega en la educación", explicó Pablo Gonzalo, gerente de Proyectos Educativos de la Fundación Telefónica, durante la presentación de las guías de trabajo de Escuelas Creativas, una iniciativa que la entidad ha puesto en marcha junto a Ferrán Adrià para trasladar a la escuela la metodología de elBulli y transformar la forma de enseñar y de aprender a través de la creatividad.

El chef también quiso transmitir que la paciencia y la constancia son tan importantes a la hora de innovar como la libertad y la creatividad. Adrià reconoce que cometió un error al poner en marcha elBulliLab, el laboratorio de ideas en el que ha estado trabajando desde que cerró su mítico restaurante en Roses (Girona), que terminará su andadura cuando abra el nuevo elBulli en 2018. “No entendí que para hacer algo extraordinario hace falta un tiempo extraordinario”, resumió.

Su visión coincide con la de Josefina Cambra, presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, órgano que agrupa a los docentes españoles de todos los niveles educativos, entre otras profesiones.

Ante la urgencia de poner en marcha una revolución educativa basada en la inteligencia emocional y social, el desarrollo de las inteligencias múltiples y la promoción de la creatividad y el pensamiento crítico, afirma: “Es verdad que la escuela es lenta en sus cambios y se rige por una fuerte inercia, pero creo que no debemos contemplar estas cualidades como necesariamente negativas, ya que la educación no debe dar bandazos sin ton ni son. La formación de los niños y los jóvenes es delicada, no podemos jugar con ella. La escuela debe ser estable y los cambios tienen que estar bien meditados y bien digeridos, lo cual no es óbice para investigar e incorporar las nuevas necesidades sociales”.

La clave del éxito y del aprendizaje

Pero ¿en qué sentido es imperiosa la innovación educativa? Para Diana Muñoz Leira, socióloga, trabajadora social, coach y experta en inteligencia emocional, “una vez que los estudios superiores se han generalizado, el mercado laboral demanda liderazgo, empatía, colaboración, creatividad y diferenciación.

Sin embargo, la educación se ha alejado de forma brutal de la práctica, la experimentación y la emoción, pese a que está comprobado que lo que se aprende a través de los sentidos no se olvida. Se ha basado el éxito académico en la competitividad –representada por los omnipotentes exámenes–, la uniformidad –apartando a quienes se salen de la norma– y el buen comportamiento, entendido como capacidad para reprimir las propias emociones, algo que, finalmente, genera más conflictividad. Contradiciendo esta idea, la evidencia científica ha demostrado que la inteligencia emocional es la verdadera clave del éxito en la educación y en la vida, ya que no solo permite desarrollar las potencialidades y la creatividad que todos llevamos dentro, sino que proporciona bienestar, autoconocimiento, empatía, compañerismo, capacidad de liderazgo, rendimiento académico y un mejor desempeño profesional”.

Carlos Magro, experto en innovación educativa y autor de las guías de Escuelas Creativas, lo explica en su introducción: “Las instituciones educativas han sido durante mucho tiempo el reino de lo cognitivo, pero no el dominio de lo afectivo. Estábamos tan centrados en la construcción y reproducción racional del conocimiento que habíamos dejado fuera de las aulas los aspectos corporales y emocionales, las actitudes y las relaciones con los demás. Habíamos delegado en los ámbitos informales de la educación todo lo que tuviera que ver con la preparación para la vida personal, interpersonal y social. Pero hoy sabemos con certeza que no podemos separar inteligencia y cuerpo, igual que no hay aprendizaje sin emoción. Que todo aprendizaje es emocionante. Que las emociones tienen un impacto importante y duradero en los logros de aprendizaje. Y que, más que dejar de lado o suprimir el cuerpo, las emociones y las actitudes, lo más eficaz para el aprendizaje es incorporarlos para construir el conocimiento cognitivo”.

Docentes en la encrucijada

La incorporación de la esfera emocional a la educación no es sencilla, pero los especialistas coinciden al señalar que los procesos de innovación deben ser sistémicos: o los aplica todo el centro, con el compromiso de la dirección, el claustro y las familias, o se quedan en intentos fallidos.

Lo que ocurre es que, como explica Josefina Cambra, “el actual acceso a la información tiene muchos aspectos positivos, pero también tiene inconvenientes: todos podemos erigirnos en portavoces de todo.

Esta falta de equilibrio afecta a los docentes, entre otras profesiones, y se traduce en un claro desprestigio. Antes, cuando surgía un conflicto en la escuela, los padres trabajaban con los profesores para solucionarlo. Hoy en día es al revés, y el docente se enfrenta a una especie de situación de acoso y derribo. Para terminar de complicarlo, las grandes bolsas de interinidad que hay en la educación pública dificultan su desarrollo profesional”.

Para Josefina, al desprestigio y la inestabilidad laboral hay que añadir una realidad social: la educación se ha banalizado y la cultura del esfuerzo ya no resulta atractiva. “Dar a entender a los adolescentes que los conocimientos no son tan importantes como ciertas habilidades de relación o de comunicación tiene trampa. El conocimiento es fundamental.

Se podrá transmitir de forma más innovadora, pero adquirir una cultura lo más sólida posible es el verdadero objetivo de la educación”. Pero sucede que estamos ante una pescadilla que se muerde la cola: “Al estar en este contexto tan cambiante y sentirse tan cuestionados, un número significativo de docentes no llega a disfrutar de su profesión. Además, en una situación de sálvese quien pueda y sin el tiempo necesario para establecer una relación de continuidad con el alumno, el profesor no solo no disfruta, sino que no consigue desencadenar en él una verdadera atracción por el conocimiento”.

Diana Muñoz Leira, que trabaja formando a docentes en inteligencia emocional y otros recursos educativos, explica que en los claustros se viven situaciones de desmotivación, aislamiento y desesperanza: “Algunos profesores lloran de impotencia y no es infrecuente que se descubran unos a otros con extrañeza cuando les planteas una dinámica de grupo que facilita la expresión de emociones, ya que en algunos casos apenas se comunican. De repente, se dan cuenta de que a sus compañeros les pasa lo mismo que a ellos y se sienten comprendidos, acompañados y liberados. Además, cuando te ven trabajar con herramientas relacionadas con la inteligencia emocional y el coaching, experimentan en sus propias carnes lo motivadoras y provechosas que resultan, la implicación y el disfrute que despiertan, por lo que comprenden hasta qué punto les pueden servir para crear un ambiente de aprendizaje mucho más gratificante en sus clases”, concluye.

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