La Organización Internacional del Trabajo (OIT), un organismo de las Naciones Unidas creado hace casi un siglo (en 1919), designó el día 12 de junio como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Esta fecha se celebra desde 2002 y el lema de este año 2016 es el de “Erradicar el trabajo infantil de las cadenas de producción”.
Si bien en los países desarrollados podemos pensar que este aspecto es un tema superado, se calcula que en la actualidad más de 215 millones de menores de edad trabajan, en ocasiones, a tiempo completo. Esta forma de esclavitud les inhibe de la posibilidad de ser niños, ir a la escuela e incluso jugar.
Los convenios firmados en la OIT decretan que la edad mínima para cualquier trabajo peligroso ha de ser de 18 años; la edad mínima para la admisión al empleo no debe estar por debajo del proceso de escolarización obligatoria (que suele ser los 15 años); y el trabajo ligero pueden realizarlo niños de entre 13 y 15 años siempre y cuando no ponga en peligro su salud o su seguridad.
La explotación infantil es una temática que fue denunciada por la literatura en el siglo XIX, y abordada con maestría en una de las obras icónicas de Charles Dickens: Oliver Twist. En ella se relata, con un tono de denuncia social y crítica al abuso de los menores de edad, el punto de partida del protagonista en condiciones muy severas de trabajo, en ningún caso recomendables para un niño. La Inglaterra victoriana, época reconocida por el desarrollo industrial del que era entonces un imperio, tuvo uno de sus peores capítulos en el tratamiento que recibían miles de niños pobres obligados a trabajar en fábricas o minas, donde se les castigaba ferozmente para mantener la producción y en multitud de ocasiones contraían graves enfermedades derivadas de su extenuante trabajo.
Hoy en día, la situación de estos millones de niños que se ven forzados a trabajar en todo el planeta ha de ser denunciada. Los organismos internacionales velan por la creación de políticas nacionales que busquen no solo la erradicación del trabajo infantil, sino la garantía de una educación gratuita y obligatoria para los menores.
La OIT creó en 1992 el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), labor para la que dictamina que han de fortalecer primero las políticas de los países con este problema. La pobreza impide a muchos niños acceder a las aulas, lo que podría proporcionarles un futuro mejor. A su vez, esto repercute en la economía y la competitividad del país, que no solo ha de luchar contra las garras del trabajo infantil, sino velar por la formación y la creación de empleo de sus ciudadanos.
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