El futuro ya está aquí. Ya se considera normal y hasta cotidiano que hablemos con máquinas como Alexa o Siri, que un robot nos limpie el polvo de casa o que la nevera nos avise de que se está acabando la leche. En principio, se trata de mejoras destinadas a hacernos la vida más fácil. Pero ¿sabemos realmente cómo funcionan estos dispositivos? ¿Sabemos qué datos recaban? ¿Sabemos adónde van a parar esos datos, cómo son procesados y con qué finalidad? La respuesta es un rotundo NO.
Los consumidores desconocemos la trastienda de todos estos servicios y este desconocimiento no es fruto de nuestra ignorancia o nuestra desidia. No es nuestra labor investigar los aspectos técnicos de la conectividad que incorpora cada uno de los aparatos que utilizamos en nuestro día a día. La responsabilidad legal de informar con claridad de todo lo que se refiere al procesado de nuestros datos personales recae en los fabricantes y proveedores de servicios que, sin embargo, adolecen de una dejadez pasmosa en este aspecto.
El Artículo 12 del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) habla de la transparencia en la información que tienen que adoptar los responsables de tratamiento a la hora de comunicar a los interesados, es decir, a todos nosotros, qué es lo que van a hacer con nuestros datos. Según el RGPD, se nos debe informar “en forma concisa, transparente, inteligible y de fácil acceso, con un lenguaje claro y sencillo” sobre el uso que se hará de los mismos. En su Artículo 13, habla también de la obligación de que seamos informados de “los fines del tratamiento a que se destinan los datos personales y la base jurídica del tratamiento”.
La ley es clara. La obligación de informar de manera sencilla e inteligible para un profano recae sobre el responsable de tratamiento. No vale escudarse en la complejidad de la tecnología o en lo enrevesado de la red de servicios interna de los gigantes de Internet. El consumidor tiene que ser informado de manera clara, completa y totalmente transparente sobre cómo el Internet de las Cosas está afectando a sus datos.
Pero no nos engañemos. Es complicado que los propios fabricantes, de manera voluntaria, adquieran conciencia de su responsabilidad y empiecen a atender nuestras demandas de transparencia. Para que esto ocurra, las autoridades de protección de datos deben contar con la voluntad y los recursos necesarios para hacer valer la ley. Además, no debemos olvidar la importante labor que puede y debe desempeñar el ciudadano demandando activamente el reconocimiento de sus derechos.
Precisamente, ese es el objetivo de esta tribuna: que tomemos conciencia de la importancia de demandar transparencia y claridad a los fabricantes y proveedores de servicios del Internet de las Cosas. Que no nos conformemos con dar nuestra aprobación a largos textos legales deliberadamente farragosos. Debemos saber que tenemos el derecho a ser informados de manera clara y que no es nuestra obligación entender, sino que son los responsables de tratamiento los que están obligados a hacer que los entendamos. Nuestra privacidad y la protección de nuestros datos personales están en juego.
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