Todos sufrimos de gruñidos en el estómago a diario. A menudo resulta que el tiempo entre las comidas es demasiado largo y nuestro estómago protesta. Es el momento de picar algo, decisión temida por aquellos preocupados por su peso. Sin embargo, comer entre comidas puede resultar un comportamiento beneficioso tanto para perder peso como para incrementar el bienestar general. Por un lado, hacerlo reduce el apetito que tengamos en las próximas comidas y reemplaza las posibles calorías nocivas que tomemos por otras que hemos podido elegir. Lo ventaja principal de las “meriendas” es que nos permiten gestionar el apetito de cara a las comidas, permitiéndonos moderar la ingesta de calorías más adelante.
Pero picar no es bueno por sí mismo, sino por cómo podemos hacerlo. Conviene evitar bebidas azucaradas o alimentos con mucho azúcar, como caramelos, bombones o dulces en general. La lógica reside en evitar una ingesta calórica que pueda reemplazar una comida. Unas 100-200 calorías son la carga ideal para picar algo. Frutas, verduras, grano integral, frutos secos, un yogur o incluso una tostada integral son “meriendas” ideales. Varios expertos recomiendan tomar mini-comidas a lo largo del día. Esto mantendría nuestros niveles de azúcar en sangre y energía estables y nos ayudaría a evitar bajones. Por otra parte, los alimentos que ingiramos de esta manera también pueden contribuir a suplir carencias dietéticas en las que podamos incurrir en otras comidas, bien por falta de tiempo o ingredientes.
También existe el riesgo de dejarse llevar por la simplicidad del momento y arrasar con la caja de tostadas integrales. Existe un buen truco para evitar esto: tomamos sólo lo que nos hemos puesto en el plato y salimos de la cocina o nos alejamos de la comida. No hacerlo frente al televisor o leyendo, sino centrados en lo que hacemos también nos ayuda a comer menos.
Vía | Mayo Clinic
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