La noche de Reyes sigue siendo la más especial del año, tanto para los más peques como también para los adultos. La ilusión de abrir los regalos la mañana del 6 de enero en compañía de la familia y seres queridos transporta a los adultos a la niñez, cuando la inocencia de creer en Sus Majestades era algo real.
Hoy día nuestros regalos aparecen a los pocos minutos en las Redes Sociales, comentamos la cabalgata de nuestra ciudad con hashtags y escribimos nuestra carta en mensajes de WhastApp. Pero ¿cómo eran los Reyes de antaño? Hasta hace no tanto los zapatos bajo el árbol o el belén, las cartas en papel y el ver la cabalgata con toda la familia en la calle o en la televisión eran una parte fundamental de esta noche mágica.
Las compras previas
Cuando el comercio electrónico era solo un producto de la imaginación, era habitual ver en las tiendas físicas (jugueterías, tiendas de moda, librerías…) largas colas para comprar los tan ansiados regalos. Si no se encontraba y la tienda pertenecía a una cadena, no se descartaba tener que cruzar toda la ciudad para conseguirlo.
Las rebajas no comenzaban nunca hasta el 7 de enero, por lo que era obligado esperarse hasta entonces si se quería conseguir el mismo regalo, pero a un precio más reducido.
La noche de Reyes
La noche del 5 de enero era de recogimiento y comenzaba a última hora de la tarde, cuando las cabalgatas de los pueblos y ciudades repartían dulces a los niños apiñados en las aceras para saludar a Sus Majestades y a sus pajes.
En las más vistosas, como la de Madrid o Barcelona, era incluso habitual ver animales como elefantes, ocas, camellos y dromedarios en la comitiva, algo que hoy no está permitido por la legislación en favor del bienestar animal.
Llegado el momento de dormir, el trozo de roscón para Melchor, Gaspar y Baltasar y las piezas de fruta para sus camellos acompañaban a copas de licor y vasos de agua, no muy lejos de los zapatos que sirvieran como guía para dejar los regalos.
La mañana del día 6
Probablemente era la única en que madrugar no suponía un esfuerzo, ya que los más pequeños saltaban de la cama mucho antes que los adultos. A la ilusión de abrir los regalos con ropa, balones, coches de hojalata o muñecas se unían las llamadas a familiares y amigos para contar qué contenían.
Seguidamente, la reunión familiar en torno al roscón y el chocolate eran algo obligatorio pensando, sobre todo, en qué juguete estrenar primero.
Hoy día, la inmediatez de las nuevas tecnologías ha hecho que buena parte de la inocencia y la sorpresa se pierdan, pero sigue quedando parte de esa magia que nos transporta a aquellos Reyes de entonces.
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