Los hábitos que consumo y gasto que tenemos no están necesariamente ligados a la educación que hemos recibido ni a la cultura financiera recibida en casa. El hecho de que dos hermanos puedan tener un perfil de ahorrador o gastador descarta esta posibilidad. La clave está en la relación que desarrollamos con el dinero.
Un grupo de psicólogos norteamericanos describió, en un estudio ya clásico, dos extremos de una dimensión que definieron como agarrados frente a gastadores. Definieron a los segundos como aquellos que experimentaban demasiado poco desagrado en una región concreta del cerebro a la hora de gastar y, en consecuencia, solían gastar más de lo que planeaban. Los ahorradores, por el contrario, tenían una aversión desproporcionada al gasto y, por otra parte, experimentaban placer al saber que el dinero se estaba acumulando en el banco. Estos son los dos extremos de una dimensión entre cuyos extremos es posible situarnos a todos.
Aunque los ahorradores extremos se pueden llegar a perder parte de las mejores cosas de la vida, estaremos de acuerdo en que el verdadero problema lo tienen quienes no se dan cuenta de cuánto están gastando en un momento dado y se apresuran a ir de compras en cuanto tienen algo de dinero, independientemente de sus necesidades. Si reflexionamos y reconocemos que nuestro sitio a lo largo del continuo ahorrador-gastador está más próximo al segundo extremos, tenemos algunos recursos para cambiar nuestro comportamiento. Lo más importante es tomar conciencia de la rapidez con que gastamos y eliminar intermediarios entre nuestro dinero y nosotros. Entre otras cosas, podemos plantearnos lo siguiente por una temporada.
- Pagar siempre en metálico: de este modo vemos la magnitud de nuestros gastos directamente, a medida que el dinero de nuestra cartera decrece.
- Crearnos metas de ahorro: está comprobado que marcarse una meta de ahorro contribuye a hacernos ahorrar. Si, además, la compartimos con nuestro círculo de confianza, tendremos un estímulo extra para cumplirla. Si la alcanzamos, nos mereceremos una recompensa, que puede incluir gastar un pequeño porcentaje de lo ahorrado.
- Pensar en el futuro: no sólo plantearnos honestamente ante cada compra si realmente nos hace falta, sino también preguntas cuya una utilidad es más para el largo plazo como cuánto queremos ahorrar para la jubilación, la vivienda o la educación de los hijos. Requiere valor, pero son decisiones que, cuanto antes las afrontemos, mejor preparados estaremos para afrontarlas.
Vía | Money Crashers
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