null Economía Conductual: trabajo conjunto de economistas y psicólogos

Existen muchos ámbitos de la vida cotidiana en los que no somos conscientes de hallarnos en una continua toma de decisiones, que se desarrolla de forma prácticamente automática. En ocasiones, son el resultado de nuestra experiencia, de los conocimientos adquiridos o de la necesidad de adaptación, pero en muchos casos estas elecciones se alejan de lo racional. Las decisiones económicas y financieras de los individuos son, en este sentido, un amplio e interesante campo de estudio que vincula a dos disciplinas profesionales en apariencia tan dispares como la Psicología y la Economía: hablamos de la Economía Conductual, centrada en analizar cómo diferentes factores psicológicos, individuales o sociales influyen a la hora de desarrollar nuestras acciones de carácter financiero.

Decía el Premio Nobel de Economía de 2002, Daniel Kahneman, que “tomar decisiones es como hablar en prosa. La gente lo hace todo el tiempo, lo sepa o no”. Como psicólogo, su trabajo fue laureado por la Real Academia Sueca, junto con el economista Vernon Smith, por su integración de aspectos de la investigación psicológica en la Ciencia Económica, en ámbitos como el juicio humano y la toma de decisiones en situaciones que conllevan un factor de incertidumbre.

Mucho más reciente, en 2017, el Premio Nobel de Economía recayó en Richard H. Thaler, también economista, cuyas investigaciones demostraron que las decisiones de las personas no siempre se basan en criterios racionales, sino que también existen mecanismos psicológicos y sesgos cognitivos que las alejan de un comportamiento racional. Según la Academia, Thaler desempeñó un papel relevante en el desarrollo de la Economía del Comportamiento en las últimas cuatro décadas, contribuyendo enormemente en su divulgación, especialmente con el libro Un pequeño empujón, que escribió junto con el abogado norteamericano Cass R. Sunstein. Y es que la Economía Conductual estudia el comportamiento de las personas, sus decisiones y los sesgos cognitivos que, en palabras de Daniel Kahneman sonatajos que emplea el cerebro cuando procesa información, pero puede llegar a entorpecer la toma de decisiones y provocar un comportamiento irracional o incorrecto”.


¿Decisiones irracionales?

Contaba el catedrático de Psicología y Economía Conductual, Dan Ariely que “en numerosos aspectos, tanto la visión económica estándar como la visión shakespeariana se muestran mucho más optimistas con respecto a la naturaleza humana, dado que presuponen que nuestra capacidad de razonamiento es ilimitada”. Y subraya: “puede resultar bastante desalentador darse cuenta de que constantemente todos tomamos decisiones irracionales en nuestra vida personal, profesional y social”.

En este sentido, el psicólogo y catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Valencia, Roberto Luna, explica que “la Economía ha considerado al ser humano como un ser 100% racional en sus decisiones, lo que le convertía en un gran planificador y estratega, con plena información del mercado para tomar decisiones y sin sesgos que le pudieran perjudicar en las mismas”. Y matiza que “lo que hemos descubierto hace ya bastantes años, tanto desde la Economía del Comportamiento como desde la Psicología Económica, es que el ser humano no es ese gran planificador que tanto se mitifica”.

Se trata del concepto homo economicus, que “fue utilizado por primera vez en el siglo XIX, en los primeros tiempos del desarrollo de la Ciencia Económica. Según esta modelización del comportamiento humano, los individuos toman sus decisiones de forma racional, procesando adecuadamente la información que conocen y actuando en consecuencia, con el fin de obtener los mayores beneficios con el mínimo esfuerzo”, explica Francisco Menargues García, decano-presidente del Colegio Oficial de Economistas de Alicante.

Menargues destaca que, desde el primer momento, este concepto recibió críticas “por ser un supuesto muy simple ya que el homo economicus únicamente basa sus decisiones en la medida de que afecten en mayor o menor grado a su bienestar personal. Y, por tanto, se niega que las decisiones estén afectadas por factores ambientales y emocionales, como afecto, gratitud, amor, justicia… a menos que esto le convenga al individuo”.

Deste modo, “en los últimos tiempos está adquiriendo cada vez más importancia la Economía Conductual o Economía del Comportamiento que trata de comprender la toma de decisiones de los individuos a partir de la investigación de aspectos psicológicos, sociológicos y antropológicos enmarcados dentro de las Ciencias del Comportamiento”, asevera el decano-presidente del Colegio de Economistas de Alicante. Y subraya que esta disciplina ha favorecido a mostrar las limitaciones de las teorías económicas neoclásicas que ponían el foco en la elección racional.

Además hace especial énfasis en que “este cambio de paradigma abre la posibilidad de nuevas investigaciones económicas que tomen en consideración las características propias del ser humano”.
 
A la hora de tomar decisiones de carácter financiero, pueden darse una serie de circunstancias que influyen en ese acceso de irracionalidad, como la gran cantidad de opciones en lo que respecta a condiciones y productos financieros, el no contar con amplios conocimientos que permitan escoger adecuadamente, e incluso las expectativas o la manera y el contexto en los que el individuo accede la información sobre los mercados, situación económica o características de los productos, que pueden hacer que factores idénticos sean percibidos positiva o negativamente.

Lógicamente, todas estas influencias pueden implicar percepciones erróneas y decisiones desaconsejables; cuanta más objetividad, conocimientos y experiencia se tenga en la materia, más acertadas serán las acciones realizadas. Por este motivo, siempre es recomendable contar con un asesoramiento profesional financiero.

A este respecto, Francisco Menargues añade también que “los sesgos cognitivos distorsionan nuestra percepción de la realidad”. Y señala que surgen “como necesidad evolutiva para la emisión inmediata de juicios, que utiliza nuestro cerebro para asumir una posición rápida ante ciertos estímulos, problemas o situaciones debido a la incapacidad de procesar toda la información”.

Asimismo, Roberto Luna deja claro que las personas tienen muchos sesgos en la toma de decisiones influidos por factores sociales, de pertenencia, de personalidad, emocionales y también debidos a falta de información completa, ya que “el usuario no busca de modo tan exhaustivo”. Y aclara que “la Psicología y la Neurociencia están aportando investigaciones y estudios donde se comprueba que gran parte de nuestras decisiones son rutinarias y apenas pensadas”, además de que “intentamos hacer un desgaste mínimo de nuestra maquinaria pensante que tanta energía consume, y eso nos hace tomar decisiones basadas en experiencias previas pero que pueden no necesariamente ser útiles en tiempos actuales”. De la misma manera, advierte que no debemos contemplar esta irracionalidad como algo negativo sino como algo real y cotidiano “que hacemos todos al dejarnos influir por tantas variables en nuestros comportamientos económicos”.

Sesgos de los inversores

Francisco Menargues explica que estos sesgos cognitivos afectan a cualquier toma de decisiones y, por supuesto, también a las decisiones de tipo económico ya que “nos vemos influenciados por factores con tanto peso como la razón y la lógica”. Y prosigue: “De hecho, según un reciente estudio se estima que los sesgos cognitivos y emocionales pueden pesar hasta un 70% en la toma de decisiones financieras”.

De esta forma, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), junto con el Consejo General de Psicología de España han elaborado La guía rápida: Principales sesgos del inversor. En el documento explican como a la hora de tomar decisiones en materia inversora, lo más relevante es contar con la información adecuada sobre el producto financiero que deseamos contratar. También subrayan la importancia de tener en cuenta los posibles sesgos cognitivos pueden influir en ellas en las decisiones económicas.

Al conocer estos sesgos, resulta más sencillo llegar a la conclusión de que, en al ámbito financiero en general y de las inversiones en particular, estas influencias pueden declinar tanto en un exceso como en un defecto de confianza en aspectos que resultan indispensables para llevar a cabo una correcta gestión. Por ese motivo, acudir a consejo profesional y demandar un adecuado asesoramiento financiero ayudará a la toma de las decisiones más acertadas y ceñidas a criterios objetivos como son las necesidades reales y concretas de cada inversor.

             

 

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