Como ya os contamos el año pasado, cada 11 de julio se celebra el Día Mundial de la Población. La jornada conmemora el día, allá por 1987, cuando la Tierra alcanzó el número simbólico de 5.000 millones de habitantes.
Paradójicamente la celebración no es la misma en todos los continentes ni países, ya que mientras los países emergentes gozan de una excelente curva de crecimiento poblacional, sostenida por los índices de natalidad y de población fértil, los países occidentales están sumidos en una crisis de nacimientos.
Las autoridades y organismos de estudios no se cansan indicar que la población madura y envejecida es un logro social: el aumento de la esperanza de vida será siempre una excepcional conquista. El problema radica en el descenso de la población joven, produciéndose la total inversión de la pirámide poblacional.
Estancamiento de la natalidad en España
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado este jueves sus datos sobre el Movimiento Natural de la Población correspondientes a 2016.
Los datos del INE muestran que la población sigue cayendo y el saldo vegetativo se mantiene negativo (el número de personas que nacen menos el número de personas que mueren). En 2016 nacieron 408.384 niños, 111.395 menos que en 2008, cuando vinieron al mundo 519.779 bebés.
Además de por el hecho de que haya menos madres potenciales que antes, la crisis de la natalidad se explica también porque no tenemos familias numerosas. El indicador coyuntural de fecundidad (que es el número de hijos que tendría cada mujer a lo largo de su vida si se mantuviera en la población la misma intensidad en la fecundidad que la observada en ese año) es de 1,33 hijos por mujer.
Se han puesto encima de la mesa muchas medidas pero luego han quedado olvidadas. Así, para aumentar la natalidad, economistas y sociólogos proponen incrementar las ayudas a la familia que son, insisten, la mejor inversión que se puede hacer para el futuro, tal y como han demostrado países nórdicos y Francia. Sin duda medidas urgentes para garantizar el empleo y eliminar la precariedad laboral han de ir evidentemente en paralelo. En cuanto a la atención a los mayores, los expertos sanitarios piden desde ya un plan de prevención.
Crecimiento de la población y sostenibilidad de las pensiones
Una de las principales consecuencias del aumento tan significativo de la esperanza de vida y de las bajas tasas de natalidad que se han registrado en Europa durante las últimas décadas, es el envejecimiento de la población y su repercusión en la sostenibilidad de los sistemas públicos de pensiones. Es de lógica entender que, mientras haya más pensionistas (que cobran la prestación del Estado) que cotizantes (que pagan con sus cotizaciones las pensiones), la balanza no se encuentra en equilibrio.
Como refleja Informe PwC sobre la Sostenibilidad de las Pensiones, en España hemos pasado de tener un ratio de 4 trabajadores por pensionista a finales de los años setenta a otro de 2,6 en la actualidad. Este informe recuerda que según las previsiones de la OCDE en 2050 el coste de las pensiones pasará a representar el 15,5%. No es tampoco nuevo el dato de que el sistema público de pensiones podría ser deficitario a partir del año 2025. Son ya innumerables las voces que solicitan llevar a cabo una reforma, de manera progresiva, no lesiva, que garantice de forma clara la viabilidad a largo plazo del sistema público de pensiones.
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