null David Cano (AFI): “Esta vez no hay ‘credit crunch’”

David Cano (AFI): “Esta vez no hay ‘credit crunch’”

Estimado lector: volvemos a encontrarnos en esta sección. Y eso, después de lo que hemos vivido estos 3 últimos meses, es un motivo de inmensa alegría. Confío en que no te falte nadie a tu lado. Y si por desgracia ese es el caso, desde aquí te envío un fuerte abrazo y mi pésame.

La crisis económica que ha traído consigo el coronavirus será, sin duda, intensa. No obstante, comparada con crisis económicas anteriores, lo cierto es que también será corta. Siempre y cuando no haya rebrotes importantes de la epidemia, en un año habremos recuperado el PIB perdido. Para ello, será clave que la economía no sufra daños estructurales. Y a ese fin han reaccionado los bancos centrales creando una ingente cantidad de dinero (hasta 8 billones de USD) con la intención de evitar que se produzca, a diferencia de lo observado entre 2008 y 2012, un credit crunch.

Es decir, ahora sí está fluyendo el dinero a la economía real vía crédito bancario. Tesoros como el español, el italiano, el griego o el portugués están captando financiación a tipos de interés muy reducidos (apenas se ha producido un aumento de la prime por riesgo). Ahora sí, las empresas siguen captando financiación en los mercados financieros con la emisión de bonos.

Esta crisis ha sido un drama humano, pero tiene elementos macroeconómicos claramente positivos respecto a las anteriores que permiten manejar cierto optimismo sobre la posibilidad de que el PIB regrese a la situación que tenía el 1 de marzo.

Pero en una variable sí quedarán heridas (seguramente en más, pero a los efectos de esta sección me centraré en una): la elevada deuda pública que, en el caso de España, llegará a la cota del 115% (o incluso 120%) del PIB. Ante el abultado endeudamiento público, la política monetaria va a estar a disposición de los Estados. Incluso aunque aumentara la inflación (escenario que, por cierto, no hay que descartar a partir de 2023).

La prioridad es, y será, disminuir la ratio deuda/PIB. Y ojalá se consiga vía dinamismo económico. Pero no seamos optimistas, parece difícil. Así pues, apoyo al endeudado, sobre todo si es el Estado. Y, como no se puede soplar y sorber al mismo tiempo, si se ayuda al prestatario, no se puede ayudar al prestamista. Más bien al contrario. Como consecuencia del sostén a los endeudados, los bancos centrales (en especial, el BCE) están maltratando al ahorrador (ya desde 2015). Y si éste quiere mantener su poder adquisitivo (es decir, conseguir una rentabilidad pro encima de la inflación) no tiene más remedio que transformarse, que mutar, en inversor. De ahorrador a inversor ante la represión financiera impuesta por los bancos centrales.

El COVID19 no ha hecho más que intensificar el problema que tienen los ahorradores. Porque si ya advertía de que “es previsible que el futuro persista el actual incumplimiento de la tradicional relación entre inflación y tipo de interés libre de riesgo”, ahora se incrementan las probabilidades de ocurrencia. Permítanme que aplace a próximos artículos la posible solución, para ya la adelanto: asumir riego. También aquí, lo sucedido en los mercados financieros en el último trimestre es una lección demasiado valiosa como para que no la aprendamos o la olvidemos.

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