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Consecuencias fiscales del envejecimiento de la población mundial

Hoy en día contamos con una población mundial que supera los 7.500 millones de personas y, aunque la explosión demográfica se está conteniendo y la proyección es que se estabilice en 10.000 millones en 2056, lo cierto es que esta circunstancia y su envejecimiento tiene consecuencias claras para la economía.

​Proyección de envejecimiento

El crecimiento global actual no tiene nada que ver con el salto exponencial que se dio en tan solo cincuenta años: de los 3.000 de 1960 a los 7.000 de 2011. Pero lo cierto es que se mantiene en ciertas partes del planeta. Esta proyección es dual y, aunque constata un aumento, es importantísimo distinguir entre las sociedades desarrolladas y las que están en vías de desarrollo. En las primeras hay una tendencia al estancamiento demográfico e, incluso, una bajada de la población; mientras que, en las segundas, la población sigue creciendo exponencialmente.

En el caso de Europa, por ejemplo, se prevé que, de no mediar un aumento de la población a través del saldo migratorio, en 2050 se baje de los 700 millones de personas. En el caso concreto de España, se espera que pierda más de tres millones de habitantes en 2051: de los 46 a los 43. En cambio, África (especialmente, por la aportación de la zona subsahariana) cuenta con unos índices de fecundidad muy altos. Si hoy la población suma 1.241 millones, se espera que esta se duplique en 2050.

Estrechamente vinculado con ese decrecimiento, mayor o menor, demográfico, se suma el “otro” problema fundamental al que se enfrenta el sistema económico: el envejecimiento de la población. En 2001 la proporción de personas de 65 y más años era de “tan sólo” un 17,0 por ciento y, según las proyecciones de población realizadas por el INE, en 2025 supondrán el 21,2% del total.

Las sociedades desarrolladas han vivido un cambio significativo marcado por el creciente peso de la población anciana. Un elemento que está muy condicionado por el descenso de la fecundidad, hasta situarse por debajo del nivel de reemplazo.

La fórmula es clara y preocupante. Si se combina una tasa de fecundidad baja con una mortalidad en descenso, la sociedad envejece a marchas forzadas. Y eso no es sostenible.

Consecuencias para la sostenibilidad del sistema de pensiones

Uno de los grandes problemas de las sociedades desarrolladas es la sostenibilidad de un sistema público de pensiones que asegure la jubilación de las personas que hoy trabajan.

A ello se suma que, previsiblemente, el número de pensiones de jubilación crecerá en los próximos años frente a las de viudedad, que -evidenciando la realidad demográfica- seguirá en tendencia descendente. Una realidad que incrementará más aún el gasto – por la cuantía de una pensión y otra (unos 625 euros al mes por jubilación frente a 398 euros mensuales por viudedad)- y que, desde el punto de vista de algunos expertos, vuelve apremiante un cambio en este esquema económico.

Una realidad que, lógicamente, ha provocado una importante preocupación social, debido al temor de que la estructura de edad de la población se acabe invirtiendo. Por esta razón, es especialmente importante empezar a contar con planes de ahorro privado que ayuden a complementar las finanzas personales, para no depender exclusivamente de la aportación pública, que se revela incierta.

 

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