La transformación demográfica es imparable, por lo que se hace imprescindible adquirir conciencia de que es urgente idear y establecer nuevos mecanismos de conexión social para terminar con el injusto estigma de vejez y poner freno a la soledad de algunos mayores
“Me preguntan todo el tiempo qué tal he dormido, qué tal he comido y qué tal la tensión, pero nadie habla conmigo de mi mujer, que falleció hace seis meses. Como duermo bien, me alimento bien y tengo la tensión controlada, dan por hecho que estoy bien y no les interesa saber cuánto la echo de menos después de 50 años casados”. Estas frases explican, de manera tan triste como simbólica, la incomprensión y la profunda soledad a la que se enfrentan muchas personas mayores en España. Las pronunció un anciano anónimo, que vive en una residencia desde que se quedó viudo, en el transcurso de una entrevista con Manuel Nevado, psicólogo e investigador especializado en envejecimiento, que está elaborando, precisamente, un estudio sobre la epidemia de soledad que asola a este colectivo en la actualidad.
Manuel es vocal del Área Social de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), coordinador de Psicología del Envejecimiento del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y profesor en la Universidad Antonio de Nebrija.
Reformular conceptos y atender necesidades
Abordar el envejecimiento es una cuestión compleja, aunque una buena forma de empezar podría ser redefinir el concepto mismo de ‘persona mayor’, resaltando los aspectos positivos y trabajando contra el estigma de la vejez, que conduce a muchas personas a sentirse inútiles a ojos de la sociedad al terminar su etapa laboral. “La división entre ser adulto y ser mayor es meramente administrativa”.
La edad de jubilación está fijada a los 65 años hoy, pero mañana lo estará a los 67. ¿Qué haremos entonces, decir que se empieza a ser mayor a los 67? Yo creo que uno empieza a ser mayor cuando se siente mayor y que estamos desperdiciando un enorme capital intelectual obligando a abandonar la vida activa a personas que están en la plenitud de sus capacidades”, afirma el Dr. José Antonio López Trigo, geriatra y presidente de la SEGG.
También subraya que la SEGG no es una sociedad exclusivamente médica, sino que integra a psicólogos como Manuel Nevado, trabajadores sociales y otros profesionales que pueden contribuir a la calidad de vida de las personas mayores. “Nos gusta hablar de calidad de vida porque el concepto de salud suele ir unido a la enfermedad, y nosotros queremos abarcar un territorio mucho más amplio. De hecho, los geriatras no hacemos diagnósticos, sino que definimos, analizamos y tratamos un conjunto de problemas”, aclara.
Una soledad doliente
“Uno de los problemas que más nos encontramos es la soledad –continúa–, que tiene un componente emocional evidente, pero también tiene un fuerte componente social, ya que está muy relacionada con la red de apoyos de cada persona. Cuando hablamos de una situación de dependencia debida a problemas de movilidad, no contar con una red de apoyos supone vivir enclaustrado, debido a la abundancia de barreras arquitectónicas, pero también no estar en condiciones de tomar decisiones personales o de gobernar la propia vida, que es lo mínimo que espera cualquier persona”. Así las cosas, diversas investigaciones dan fe de que los mayores consideran que la soledad es un grave problema de salud.
“Estamos tratando sus problemas emocionales con pastillas, cuando lo que necesitan es hablar para sacar sus emociones a la luz. Las consultas de Atención Primaria están llenas de personas mayores que van al médico buscando que las escuchen y les presten atención”, explica Nevado.
Posibles soluciones
Para José Antonio López Trigo, abordar la soledad de los mayores es tremendamente complejo, pero es imprescindible respetar su privacidad para que no vivan cualquier intervención como una intromisión. “Sin embargo, la soledad está más presente en personas que hacen frente a limitaciones para salir de casa y relacionarse, por lo que creo que sería adecuado habilitar sistemas de acompañamiento, que no es lo mismo que la ayuda a domicilio, que tengan en cuenta sus derechos y que les permitan decidir cuándo les apetece compañía y cuando no”.
Manuel Nevado, por su parte, señala a los servicios sociales municipales como las instituciones más adecuadas para desarrollar iniciativas en este sentido, ya que están en condiciones de actuar de forma muy específica. “Lo primero es conocer a fondo la realidad. Si no invertimos en primer lugar en estudiar lo que sucede de forma seria, estaremos creando recursos al tuntún, lo cual no tiene ningún sentido. Desde luego, la atención y el acompañamiento domiciliarios son una opción, pero también se tiene que potenciar intensamente la intervención comunitaria en un sentido más amplio”, concluye.
Otras formas de vida
Aunque la mayoría de las personas mayores quiere seguir viviendo en su casa, cada vez es más frecuente buscar otras opciones, combinando la interacción social y el acceso a una atención socio sanitaria de calidad con la libertad de disponer de un espacio personal, organizar el propio tiempo y, desde luego, entrar y salir sin pedir permiso ni dar explicaciones. La oferta se va ampliando en dos direcciones fundamentales: el ‘cohousing’, que se concreta en comunidades de propietarios asistidas como la malagueña Residencial Santa Clara, y los centros que trascienden la idea tradicional de residencia, permitiendo a los usuarios mantener su independencia, como Los Robles Gerhoteles Madrid, del Grupo PSN.
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