A medida que le prestamos mayor atención a qué sucede en la vejez, los científicos insisten más y más en la importancia de no considerarla como un lento declive de actividad y capacidades, como dicta la tradición. Para vivir la mejor vejez, más bien ha de ser considerada como una etapa más a la que cada uno nos enfrentamos del mismo modo que a las anteriores, es decir, con normalidad.
Existen dos tipos de actividades comunes que nadie debe interrumpir por el mero hecho de envejeces: intelectuales y físicas. Por un lado, el hecho de que el número de nonagenarios se haya triplicado en los últimos 30 años ha sido relacionado con dos causas. La más evidente es la introducción a lo largo del siglo XX de mejores sistemas de atención médica y de atención a la vejez. Otra menos evidente ha sido también la introducción de mayor estimulación en general a través de los medios de comunicación y de la generalización de los viajes. Precisamente mantener la mente activa (a través de la lectura, del contacto social con otros y de la curiosidad en general) está claramente vinculado con una menor incidencia de enfermedades degenerativas.
La actividad física actúa como el mejor médico posible. Media hora de ejercicio moderado diario (por ejemplo, dividido en tres bloques de 10 minutos) contribuye a mantener el cuerpo bien oxigenado. En particular, el cerebro. La conexión entre agilidad mental y mantener un cuerpo saludable se hace más directa con la edad, a medida que el cerebro pierde volumen y se enfrenta a algunos obstáculos para su funcionamiento. Conviene complementar esto con una buena dieta, baja en colesterol y sin demasiados azúcares.
En definitiva, la calidad de vida en la vejez depende, ante todo, del estilo de vida que decidamos llevar. Nuestro cuerpo es el intermediario con la realidad y su estado se refleja también en nuestro estado de ánimo. Una actividad saludable y alegre nos garantizará una vejez del mismo tipo.
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