No hace falta ni imaginarse la pirámide poblacional española para entender la magnitud del problema demográfico del país. Con tan sólo un 16% de la población española por debajo de los 16 años, un 39,4% entre 16 y 44 años y un 44,6% con más de 45, España tiene un problema grave. El hecho de que los extranjeros que vinieron a lo largo de la década pasada estén abandonando el país sólo pone más en evidencia una tendencia que ya estaba ahí y que hemos elegido ignorar en tiempo de bonanza. Ahora se hace imprescindible buscar soluciones.
Este descenso de la población se ve agravado por tasas tradicionalmente bajas de natalidad y un fuerte incremento de la esperanza de vida, con estudios apuntando a que ésta ha crecido en más de cinco años en las últimas dos décadas. El problema consiste en cómo hacer para mantener las prestaciones sociales necesarias para el bienestar de la población sin que el sistema de pensiones termine convirtiéndose en una estafa piramidal, cuando cada vez existen menos jóvenes o personas en edad de trabajar capaces de financiarlo. España no está sola en este problema. Aseguran desde el instituto alemán Max Planck que la mitad de los niños que nazcan hoy en el mundo desarrollado llegarán a ser centenarios. A esto se le suman las lacras del altísimo paro que padecemos, la crisis y el fraude fiscal.
La solución más directa y eficaz a este problema reside en la revisión urgente del sistema de pensiones para volverlo más preciso y coherente con los resultados del trabajo de cada individuon a lo largo de su vida. Es precisamente aquí donde el sector privado se ha mostrado más eficaz, con los casos de Chile y EE.UU. como modelos a seguir. Utilizando empresas privadas como fondos de inversión bajo la protección del gobierno en la forma de fondos de pensiones u otro tipo de productos financieros que el mercado es capaz de proveer, podemos liberar al Estado de una gran carga fiscal y proteger al sistema de protección social de los vaivenes financieros internacionales. Sólo hace falta iniciativa y tener claro el problema.
Vía | El País
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