Una forma interesante de plantearse la reciente crisis del ébola que hemos vivido en España es como la de un stress test similar a los que se le han aplicado a las bancas europeas para medir su capacidad de resistencia a escenarios problemáticos. Afortunadamente, hemos superado la prueba con munición real que supuso el ébola, ¿pero con qué nota? ¿Seremos capaces de afrontar mejor la próxima emergencia? ¿Qué podemos hacer para estar mejor preparados?.
Si reconocemos que hemos superado la prueba por los pelos y gracias al esfuerzo de los profesionales de la Sanidad pública, la idea de continuar recortando los recursos de la Sanidad aparece como errónea. Dado su papel en España, el sistema público tiene más probabilidades de ser la primera línea de contención frente a nuevas epidemias. A esto se suma el papel del incremento de la demanda asistencial en la próxima década en torno al 10-15%. Es aquí donde la sanidad privada puede mostrarse particularmente beneficiosa como complemento de la pública. Puede permitir liberar recursos asistenciales para centrarlos en el rol de primera alerta de la pública.
Pero no se tratará sólo de asignar más recursos, sino de mejorar la estructura del sistema sanitario. Con el crecimiento de la demanda, sólo una mejor conexión con el paciente puede ayudarnos a optimizar los recursos. Medidas de aplicación relativamente sencilla como dar acceso al paciente a su historial médico online han reducido la presión sobre los médicos de atención primaria en un 11% al ser implementadas. Educar al paciente en el seguimiento mínimo de su salud puede, gracias a este tipo de tecnologías, evitar las visitas innecesarias al médico.
Al mismo tiempo, conectar y coordinar a hospitales, centros de atención primaria y servicios sociales pueden acercarnos de una vez a un tratamiento integral del paciente, lo que, a su vez redundará en la optimización de los recursos que tenemos. La sanidad privada puede tener mucho que aportar precisamente en este campo gracias a su experiencia y sus prácticas.
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