Hace poco conocíamos los datos finales de 2014 en cuanto al ahorro de las familias españolas a través del informe Inverco, publicado recientemente. En concreto, los datos señalan que el ahorro total de las unidades familiares creció el año pasado un 6,2 por ciento, resultando en un total de 1,99 billones de euros, un record histórico de ahorro.
Uno de los datos más interesantes, y más todavía si miramos los datos disponibles desde 1990, es el del comportamiento de los seguros. Las familias acumulan 212.225 millones de euros en diversos seguros, representando éstos un 10,7 por ciento del total. El hecho de que sean el único activo que no ha registrado crecimiento negativo en ningún año resulta revelador en cuanto al valor atribuido a estos productos. Desde 1990, los ahorros que las familias acumulan en seguros han ido creciendo sin pausa. La inversión estuvo a punto de estancarse en 2010 y 2011, los peores años de la crisis, pero ya el año pasado registraron un crecimiento del 8 por ciento.
Estos datos vienen a reforzar la seguridad percibida por las familias en las garantías que pueden ofrecer las aseguradoras. No se trata exclusivamente de rentabilidad, sino de la naturaleza misma del ahorro y de su dimensión psicológica. Al tener el ahorro una finalidad preventiva (enfrentarse a situaciones de carestía), aquellos vehículos financieros que se centran en la rentabilidad resultan menos atractivos en periodos difíciles, como el que está atravesando España. Por el contrario, los seguros ofrecen servicios y garantías dirigidos exactamente al tipo de situaciones que las familias están atravesando en este momento. A pesar de la bajada de liquidez, no debería sorprendernos de que haya sido precisamente este el tipo de producto con mejor comportamiento, ya que apunta directamente a las necesidades y objetivos que empujan a las familias a ahorrar.
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