Estamos tan acostumbrados a recibir atención médica siempre que nos resulte necesario, que rara vez nos paramos a pensar en si quienes nos atienden ¿enferman alguna vez?. Esto es alimentado a menudo incluso por los propios profesionales sanitarios, que parecen a veces traumatizados por la fábula de Esopo en la que un sapo que decía ser un buen médico es ridiculizado por su piel y andares torpes. Pero lo cierto es que los médicos y enfermeros también son seres humanos y enferman. Más aún, debido a la naturaleza de su trabajo y a su intensidad física y emocional están mucho más expuestos que una profesión corriente a riesgos laborales.
Tal es así, que el Ministerio de Empleo sitúa estas profesiones en sexto lugar en accidentes laborales en su tabla de 99 profesiones. Y la tendencia parece ir en crecimiento: sólo en 2013 los más de 26.600 accidentes de trabajo en el sector sanitario que resultaron en baja laboral supusieron un 10% más que el año anterior.
Las afecciones más frecuentes entre estos profesionales suelen ser enfermedades infecciones comunes a las que se exponen en el trato con el paciente. Sin embargo, como hemos podido ver a través del triste ejemplo del ébola, riesgos biológicos más graves están al acecho. Sanidad también contempla riesgos químicos (derivados del uso de diversos componentes analíticos o medicinales)y físicos.
Sin embargo, uno de los factores más importantes e ignorados con mayor frecuencia es el síndrome de burnout, o que los profesionales terminen quemados. El Sindicato de Enfermería estima que seis de cada diez profesionales están quemados. Los síntomas son muy reales (tensiones musculares, irritabilidad, nerviosismo, fatiga emocional, ansiedad, disminución de la memoria y de la capacidad de concentración y dificultad para tomar decisiones) y dan lugar a profesionales con la guardia más baja y más proclives a cometer errores.
Vía | Revista Médica
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