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Los derechos del avalista

Las recientes sentencias que anulan las obligaciones de avalistas víctimas de cláusulas abusivas y subrepticias nos recuerdan lo importante de la letra pequeña y de no firmar jamás un documento hasta no ser plenamente conscientes de sus consecuencias. Convertirse en avalista es una operación arriesgada, que nos obliga a responder con absolutamente todo nuestro patrimonio a la obligación contraída en caso de impago del avalado.

Por otra parte, si somos avalistas, conviene que revisemos si el contrato firmado con la entidad bancaria nos obliga a renunciar a los derechos que tenemos. Es una práctica frecuente firmar este tipo de contratos. Esta sentencia podría sentar la posibilidad de revisarlos. Como dicen desde Stop Desahucios, en 30 años pueden pasar muchas cosas y es mejor tener presentes que los derechos a los que uno puede haber renunciado son los siguientes:

  • Exclusión: Derecho a que el patrimonio del avalista no sea ejecutado mientras el deudor aún disponga de bienes.
  • División: A que, en caso de la existencia de más de un avalista, a que la deuda sea distribuida de forma equitativa entre ellos.
  • Orden: A que, en caso de impago, sea ejecutado en primer lugar el patrimonio del avalado.
  • Extinción: Derecho a quedar desvinculado del contrato en caso de que las condiciones cambien sin autorización del avalista.

Prescindir de estos derechos reduce al avalista a un tipo de deudor particularmente indefenso. Esto, dejando de lado, que, en realidad, uno está arriesgando su patrimonio a cambio de nada. Existen figuras alternativas a la del avalista, que también nos pueden ser de utilidad a la hora de ayudar a un familiar o amigo a acceder a una vivienda o a un préstamo. Una posibilidad es convertirnos en hipotecante no deudor. Esta figura aporta como garantía, una parte concreta de su patrimonio (por ejemplo, su vivienda). En caso de impago, la parte de la propiedad hipotecada queda inmovilizada (es decir, que no se puede vender) hasta el pago de la deuda. Conviene estudiar la situación, ya que, en caso de complicarse, puede derivar en la subasta forzosa de la vivienda. Sin embargo, uno no habrá puesto todo su patrimonio en juego.

Vía | Gurús Blog

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