Es natural que nos preocupe invertir bien nuestro capital, ganado tras una vida de duro esfuerzo. Dejar una vivienda en propiedad a nuestros hijos o una situación económica saneada contribuye a quitarles una gran preocupación. Pero existe un bien mucho más decisivo en el desarrollo de cualquier ser humano y cuya adquisición debería preocuparnos tanto como la preservación de una vivienda. Se trata de la educación.
Por un lado, no es menos importante que el saber no puede perderse y que nos acompañará a lo largo de nuestra vida. Pero los datos son, además, tenaces. El hecho de que las personas se distribuyen en relación a sus ingresos de forma paralela al nivel educativo que alcancen es constatado incluso por la oficina estadística de EE.UU. Por otra parte, con la economía ya seriamente globalizada, la competición ya no es nacional, sino internacional. Los futuros trabajadores tendrán que competir con graduados de las mejores universidades del mundo y superarles en ideas, conocimiento, rendimiento y calidad.
Los resultados de una buena educación no son necesariamente una gran adquisición de conocimientos, sino de las habilidades precisas para estimular la creatividad y que el individuo sea capaz de desarrollar sus propios recursos. Encontrar las instituciones educativas que hayan entendido esto y sean capaces de dotar a nuestros hijos (o a nosotros mismos) de las habilidades necesarias para la economía global (idiomas, nuevas tecnologías, capacidad para trabajar con otras culturas, empatía, flexibilidad para resolver problemas) no es ni sencillo ni barato. Por ello, dejar a nuestros hijos con una buena educación puede resultar tan valioso como dejarles una buena herencia. ¿Por qué no dejarles ambos y proteger su educación y su futuro bienestar?
Vía | El Blog Salmón
En PSN | PSN Renta Estudios
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