Todos conocemos el refrán: “no poner todos lo huevos en la misma cesta”. Esta pieza de sabiduría también se aplica a una cesta tan segura como es un plan de pensiones. Si nuestro objetivo es obtener la mayor rentabilidad posible llegado el momento de la jubilación, tiene sentido que estudiemos con cuidado las opciones disponibles y aprovechemos sus ventajas a medida que transcurre el largo periodo que va desde que tomamos la decisión de ahorrar para la jubilación hasta el momento en que ésta tiene lugar.
Por lo general, la regla básica señala que conviene comenzar el proceso con productos de renta variable y un nivel de riesgo mayor (que conlleva la posibilidad de recompensas también mayores), ya que tenemos más margen para recuperarnos de posibles pérdidas a lo largo de la vida. A medida que pasen los años, iremos moviéndonos a posiciones de riesgo moderado o conservadoras para garantizar un mínimo de liquidez en el momento de la jubilación aprovechando el impulso del capital acumulado y de las rentas generadas en los primeros años. La flexibilidad de varios productos financieros para retirar o movilizar los fondos nos permite adaptar nuestra estrategia ahorrativa según el paso de los años. Veamos cómo se aplica esta lógica en la vida real con el ejemplo recogido en esta infografía.
En nuestra situación de partida, tenemos a un trabajador de 38 años que, partiendo de una salario bruto inicial de 39.000€ decide comenzar a ahorrar para su jubilación. Dada su juventud, opta por una plan de pensiones de renta variable mixta, optando por una aportación mensual de 120 euros y la posibilidad de una aportación extraordinaria anual de 2.000 euros. Éstas últimas son una buena forma de acercarnos al importe máximo desgravable que nos corresponda según la edad. En este momento, es de 10.000 euros para los menores de 50 años.
Andando el tiempo, es de esperar que nuestra situación profesional mejore, al igual que el salario. Ante este panorama, nuestro trabajador ha incrementado su renta y se puede plantear incrementar sus aportaciones al plan de renta variable mixta. Pero también es un buen momento para afianzar posiciones e incorporar un producto más conservador a nuestra estrategia, aportando 100 euros al mes a un plan de renta fija mixta (más una aportación extraordinaria de 1.500 euros). La inclusión de un PPA unos años más tarde terminará por diversificar las fuentes de ingreso a nuestro plan.
A 10 años de la jubilación, consolidamos lo adquirido suspendiendo el producto con más riesgo y distribuimos sus aportaciones entre los demás productos. La puntilla final será, a los 60, concentrar nuestras aportaciones en el PPA. Siguiendo nuestro escenario, habremos logrado generar casi 600.000 euros a partir de nuestras aportaciones, lo que nos habrá generado un complemento de 2.764 euros a la pensión pública, cantidad nada despreciable.
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