El cambio de foco empresarial de producto a servicio o solución también ha vuelto las miradas hacia el cliente en Sanidad, donde el paciente es el protagonista… al menos teórico. Estamos en el momento de la mínima invasión: se trata de hacer sólo lo correcto y necesario, y de hacerlo bien, pero también de hacerlo con la mínima agresividad y con la menor interferencia en la vida de los pacientes. A nadie le gusta que le recuerden a todas horas que está enfermo y, por otra parte, algunas personasse quieren curar, pero no a cualquier precio.
Los pacientes no quieren vivir para su enfermedad. En este sentido el objetivo fundamental de la Unidad de Apoyo a la Innovación del Clínico es implementar tecnologías transparentes, que sigan a los pacientes sin que lo noten. No queremos convertirlos en esclavos de la tecnología. Queremos resolver problemas y simplificar su vida, no añadirle complejidad.
La idea es conseguir más salud, facilitando la prevención y el autocuidado, en lugar de sobretratar la enfermedad y convertir al súper especialista en el centro del sistema sanitario.
Sin embargo, la tentación de pensar en el paciente sin contar con el paciente es notoria y no hay que echar la culpa precisamente a la tecnología, no se reconoce el core de nuestra propia profesión.
Quienes se dedican a la sanidad, sobre todo los médicos, son profesionales de la comunicación: recogen información del paciente, la procesan y le devuelven na solución. Si no podemos dominar la comunicación, lo demás es inútil porque podría hacerlo una máquina. Hablamos de humanizar la sanidad como si las máquinas tuviesen la culpa de algo, pero el problema somos nosotros.
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