Estar prevenido por lo que pueda suceder no quiere decir vivir preocupado por cualquier accidente, sino precisamente todo lo contrario. Lo que lleva a un trabajador a contratar un plan de pensiones o un seguro que cubra a su familia es tener presente que es precisamente en los momentos de debilidad cuanto más ayuda nos hace falta. Esto es extensible a cualquier faceta de nuestra actividad vital o profesional.
La tranquilidad psicológica de sentirnos protegidos contra la eventualidad llega a tener un fuerte impacto en nuestras vidas. Datos de noviembre del año pasado ya nos indicaban la coincidencia entre los países con mayores posibilidades de desarrollo (China, Brasil, EE.UU.) y los índices de confianza en una buena jubilación. España estaba a la cola con un mero 8 por ciento. La buena noticia de estos datos es que existen herramientas en España que nos pueden ayudar a aumentar este porcentaje, con todos los beneficios que esto conllevaría. El mercado de los seguros de vida y planes de pensiones está creciendo en nuestro país. Por otra parte, más de un cuarto de los hogares españoles cuentan ya con uno de estos productos.
Si nos paramos a pensarlo, la mayoría de nosotros hemos tenido ya ocasiones en las que hemos podido constatar lo prácticos que resultan los seguros. Necesitar atención médica en el extranjero es una de las ocasiones en las que nos han sacado de una mala situación. ¿Por qué no extender este mismo beneficio a lo más importante que tenemos: nuestra salud y nuestros seres queridos? Recientemente, la CEPyME, la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa, ha publicado unos datos escalofriantes: cuatro de cada seis PyMES carentes de seguro desaparecen al poco de sufrir un siniestro (inundaciones, incendios…) al ser incapaces de asumir los costes de la paralización de su actividad profesional. No podemos permitir que esto nos suceda a nosotros.
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