El origen del seguro se remonta a las antiguas civilizaciones, y ya en Roma y Grecia contaban con sus distintos sistemas de protección. Evidentemente, nada tienen que ver con los seguros que conocemos hoy, pero su esencia, y la base de su existencia siguen siendo las mismas. Las personas necesitamos gozar de una protección que nos dé seguridad. Y esa seguridad la necesitamos en todos los ámbitos de nuestra vida, tanto personal como profesional.
Otro de los conceptos sobre los que se sustenta el seguro desde su origen y que pervive hoy es el principio de fraternidad, que ya aplicaban las antiguas civilizaciones para hacer frente a las desgracias, como el fallecimiento de un cabeza de familia, por ejemplo.
Pero el sector de los seguros, como todos, ha evolucionado a gran velocidad en los últimos años, y hoy es uno de los sectores de actividad más sólidos y prósperos de nuestra economía. De hecho, su peso y papel activo en la economía española es cada vez mayor desde distintos puntos de vista, lo que hace difícil entender la economía moderna sin su existencia.
La función del seguro desde el punto de vista social se hace especialmente patente cuando ocurren siniestros, de los que se hacen cargo las compañías aseguradoras. Pero ésta es solo una parte de su función. Otra, no menos importante, es la función inherente a los seguros, que generan seguridad y permite que los ciudadanos puedan asumir riesgos, más o menos palpables, a la hora de consumir, de viajar, de invertir…
Un ejemplo claro en este sentido podrían ser los seguros de vida que se suscriben en el momento de comprar una vivienda a través de una hipoteca. Un seguro que en muchas ocasiones es percibido por el comprador como un gasto más en un momento de un importante desembolso económico, pero que, si analizamos con detenimiento, permite a la gran mayoría de las familias acceder a un préstamo hipotecario asumiendo sin problema el riesgo potencial de fallecimiento de quien adquiere el compromiso. Este tipo de seguro otorga protección a aproximadamente la mitad de las personas que adquieren una hipoteca en España. Y por desgracia, debido al fallecimiento de personas jóvenes, siete familias pueden, cada día, hacer frente a su hipoteca gracias a este seguro, después de haber perdido a un familiar que aportaba la renta de la familia o parte de ella.
El caso de los seguros de automóvil, obligatorios en nuestro país, nos permiten, aunque no seamos a veces conscientes de ello, circular con garantía de protección ante los riesgos que entraña la carretera. Si este tipo de seguros no existieran la desprotección de los ciudadanos en su día a día sería inasumible.
En el caso de los seguros de vida es quizá el ejemplo más claro de la función de protección del seguro, en la medida en la que se suscribe para garantizar la seguridad, en este caso económica, de los herederos de quienes lo contratan. Algo parecido sucede con los seguros de ahorro, que son una forma de garantizar nuestro futuro y planificar nuestras finanzas para hacer frente a situaciones imprevistas o complementar nuestros ingresos una vez que nos jubilemos.
Pero hay más, como los seguros que contratan los profesionales liberales para hacer frente a posibles incapacidades temporales o permanentes, los que nos protegen ante accidentes y bajas laborales…o los seguros de viaje, que aunque puedan parecer más banales, nos permiten disfrutar de nuestro tiempo de ocio o de trabajo, fuera de nuestro hogar o de nuestro país, con garantías de tranquilidad.
Escribe un comentario
Tu comentario será revisado por nuestros editores antes de ser publicado. Tu email nunca será publicado.