En la Declaración del 31 de agosto del año 2000 como Día Internacional de la Solidaridad Humana, la ONU recordó que la solidaridad es el valor fundamental que sostiene la vida en las sociedades humanas y que es aplicable a nivel familiar, local, nacional y mundial. Entre todos los valores a los que tenemos que aspirar y que deben guiar nuestras conductas a cualquier nivel está, sin duda, el de la solidaridad. Es un valor que nos define como seres humanos.
Quizá nos encontramos, a comienzos del siglo XXI, con una de las crisis más visibles y llamativas de este valor. Nunca antes las naciones tuvieron tanta capacidad de actuar conjunta y eficazmente, nunca antes en las sociedades y familias se habían alcanzado estos niveles de bienestar, nunca antes en la historia el acceso a la educación estaba tan extendido. La paradoja se da en que al mismo tiempo nunca antes había sido tan necesario revitalizar, volver a poner en valor la solidaridad como principio motor de las vidas individuales y de las colectividades.
De ahí el recuerdo de Naciones Unidas al comenzar este nuevo siglo: la solidaridad como condición previa para todo y, por supuesto, como principal garantía de la paz y de la ausencia de guerras y matanzas. La ONU nos recuerda que asistimos a una crisis de solidaridad.
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
En este marco, el pasado año 2016, Naciones Unidas presentó un nuevo programa de desarrollo sostenible y un nuevo acuerdo mundial sobre el cambio climático, firmado por todos los países miembros. El nombre: Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. El fin: construir un mundo mejor, en el que nadie se quede atrás.
El pasado mes de julio, Naciones Unidas presentó el estudio de Situación y perspectivas de la economía mundial 2017 advirtiendo de que “las actuales condiciones globales no constituyen un entorno favorable para la implementación de una agenda tan ambiciosa como la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, por lo que una mejor coordinación internacional es crucial para crear dicho entorno”, en palabras de Diana Alarcón, jefa de la Unidad de Monitoreo Económico Global del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA).
Indicó que la realidad económica actual no es propicia para que los países alcancen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y que eran vitales dos cambios:
- Existencia de instituciones sólidas que aceleren el crecimiento mundial, faciliten el flujo de bienes y servicios y apoyen el uso efectivo de recursos.
- Estabilidad en los sistemas monetarios y comerciales para impulsar el desarrollo, lo que implica alejarse del proteccionismo y de los sistemas de divisas únicas.
Como se subrayó en al presentación de este informe, se necesita una alianza global para afrontar los desafíos. Debemos aspirar a que el siglo XXI sea la era de las naciones, los pueblos y los individuos consagrados a la solidaridad. Un camino en solitario lleva inexorablemente al aislamiento.
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