Uno de los objetivos principales de las personas desde que alcanzan la edad adulta es el de poder disfrutar de una economía familiar o personal desahogada, que permita llevar un estilo de vida cómodo y con el menor número de preocupaciones financieras que sea posible, algo que a su vez redunda en una mayor tranquilidad en muchos otros ámbitos. Nos encontramos en una época en la que la inflación y la progresiva (o no tan progresiva) subida del coste de la vida en ámbitos esenciales supone un problema para lograr este propósito, pero existe una serie de premisas que facilitan esta tarea, independiente del momento económico que estemos atravesando. Si sigues estos consejos, podrás alcanzar una situación óptima en cada etapa.
Análisis y planificación
El primer paso consiste en conocer nuestra situación, haciendo una foto fija de nuestros ingresos y gastos fijos (nómina y alquiler de vivienda, por ejemplo) y, en medida de lo posible, los previsibles (como el material escolar en la vuelta al cole) o aquellos de los que podamos hacernos una idea aproximada (como las facturas del gas y la luz). Para calcular esta tipología de gastos variables, puede resultar de gran ayuda establecer una aproximación revisando los datos de un periodo amplio, por ejemplo, un año, para poder identificar si existen momentos en los que su importe es mayor (por ejemplo, la factura del gas será más alta en los meses más fríos) y poder calcular una media de lo que suponen en nuestra economía. El objetivo no es otro que el de contar una panorámica mensual de nuestros ingresos y gastos.
¿Qué buscamos con esto? Más allá de contar con las cifras objetivas, existe una teoría, la regla del 50/30/20, que puede resultar muy útil tanto para descubrir la realidad de nuestras finanzas como para saber en qué ámbitos debemos actuar con mayor urgencia. Esos tres números corresponden a la distribución de nuestros gastos sobre nuestros ingresos: el 50% de nuestras ganancias deberían destinarse a los gastos del día a día, el 30% a nuestro endeudamiento (es decir, abono de hipoteca, préstamos, tarjetas de crédito y distintos pagos a plazos), y el 20% restante al ahorro. Si te mueves en estos términos, o incluso puedes permitirte un mayor porcentaje de ahorro por encima del 20% reduciendo las otras dos magnitudes, enhorabuena, tu economía familiar es envidiable, aunque deberías seguir leyendo porque es posible que puedas mejorar aún más tu situación, si así lo deseas.
Si, por el contrario, no alcanzas ni de lejos esa estructura en tu economía, especialmente si estás lejos de ese 20% de ingresos a ahorrar, actuar es más que necesario. Habitualmente resulta bastante complicado incrementar, al menos de forma sencilla, nuestros ingresos, algo que sería una solución excelente, o al menos una ayuda importante. Lo más normal es que tengamos que actuar sobre los gastos y sobre el nivel de endeudamiento.
Cómo reducir nuestros gastos
Como ya tenemos claro en qué nos hemos estado gastando el dinero en los últimos meses, el análisis ahora se centrará en determinar el orden de importancia de nuestros gastos, si es que estamos superando con ellos la mitad de nuestros ingresos. Y es que, si bien siempre pueden surgir imprevistos a los que también debemos hacer frente, en ocasiones descubrimos que nos hemos habituado a ciertos gastos excesivos o incluso totalmente prescindibles. Dentro de ese 50% de nuestros ingresos, por ejemplo, puede ser muy interesante destinar una parte al ocio, pero no debemos permitir que esta parte desequilibre al resto. No hablamos únicamente de un gran viaje en verano o de asistir a muchos conciertos; hay gastos menos llamativos que pueden hacer mella en nuestro presupuesto y hay que valorar si los necesitamos, sacamos verdaderamente partido de ellos, o directamente si nos los podemos permitir. ¿Cuántas suscripciones a plataformas de streaming o de música necesitamos? ¿Es necesario ir al cine cada fin de semana, o podemos espaciar las sesiones, o acudir en horarios o salas más económicos? Éstas son algunas ideas para reducir este tipo de gastos, que, en función de cada familia, persona o situación concreta, pueden incluso llegar a suprimirse en aras a sanear unas finanzas que lo necesiten con más urgencia. Una buena premisa es, desde la mayor objetividad posible, eliminar los gastos innecesarios y reducir los no imprescindibles al máximo, en todos los ámbitos posibles.
En el caso de los gastos imprescindibles, el margen de maniobra siempre va a ser más complicado, pero no imposible. La clave, en este caso, es poder comparar: distintos proveedores (aplicable a los distintos suministros), diferentes ofertas (siempre teniendo en cuenta el medio y largo plazo, no los descuentos “trampa”), incluso ubicaciones más económicas (por ejemplo, los gastos de comunidad de la vivienda en un mismo barrio, la diferencia de precios entre distintos comercios…). Lo ideal en este caso es poder constatar la relación calidad-precio de los productos y servicios sobre los que actuemos, y poder confirmar que el ahorro conseguido va a merecer la pena.
Si hablamos de los suministros de gas, luz, teléfono e internet, puede existir una gran diferencia de precios por servicios idénticos (o casi): muchas compañías de telefonía utilizan la misma red, y en el caso del gas, el suministro es el mismo y sólo varía la empresa comercializadora y los servicios extra que contrates (revisiones, por ejemplo).
La electricidad, por su parte, con los cambios legislativos que ha venido sufriendo, está sometida a variaciones continuas en su tarifa. Sin embargo, es bastante sencillo conocerlas a través de distintas aplicaciones móviles en las que no sólo muestran el precio en las distintas franjas horarias cada día, sino que incluso calculan, sabiendo qué electrodoméstico vas a utilizar y la duración del programa que necesitas, cuál es el momento óptimo para iniciarlo y obtener el máximo ahorro posible en el día. Lógicamente, no siempre va a ser posible poner la lavadora a las 3 de la mañana, pero es bueno saber que, por norma general, los fines de semana suelen contar con mejores precios durante horarios más amplios. También es una buena idea que, si tienes que renovar algún electrodoméstico, te plantees escoger uno que sea posible programar.
Estas son sólo algunas ideas para ayudarte a reducir tus gastos, pero lo importante es el cambio de mentalidad progresivo a la hora de controlar y decidir adónde va nuestro dinero. Pero ésta es una parte de las posibilidades que existen para mejorar nuestra economía doméstica que, como decíamos al inicio, consta de tres patas principales. Para descubrir cómo optimizar las otras dos, endeudamiento y ahorro, tendrás que leer las dos entradas que dedicaremos a ellas.
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