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Cómo hacer que el dinero sí nos dé la felicidad

Dos profesores de la University of British Coumbia y de Harvard publicaron el verano pasado Happy Money: The Science of Smarter Spending (Dinero feliz: la ciencia de gastar con inteligencia). Basándose en la investigación sobre las ventajas de retrasar la gratificación en la vida cotidiana, presentan un libro ameno y sencillo destilando principios que cualquiera, desde el reciente ganador de una gran cantidad de dinero en la lotería a quien viva del salario mínimo, puede aplicar para orientar su economía hacia lo que, en realidad, todos buscamos: la felicidad.

Que el dinero no traiga la felicidad (aunque ayude mucho) depende básicamente de la sabiduría con que sepamos invertirlo en el momento o en el futuro. Elizabeth Dunn y Michael Norton sugieren que una de las claves está en siempre pagar en el momento por todo (lo que implica además no adquirir deudas) y en las cosas que adquirimos. Básicamente apuntan lo siguiente:

  • Comprar experiencias: cualquier objeto que adquiramos, salvo que realmente nos sea de utilidad, terminará tarde o temprano por perder su brillo y dejarnos insatisfechos. Mientras que si adquirimos experiencias (viajes, cenas en sitios agradables, espectáculos interesantes…) que podamos compartir con otros y que se conviertan en buenos recuerdos, habremos ganado algo mucho más importante: una vida interesante y un conocimiento más profundo sobre ésta. Son, además, experiencias que podemos compartir con otros.
  • Comprar tiempo: a medida que envejecemos se hace más evidente el hecho de que el capital más valioso del que disponemos es nuestro tiempo de vida. Si adquirimos objetos (como un televisor o una videoconsola), tenemos que tener en cuenta que también estamos adquiriendo en cierto modo el compromiso de emplearlos. Es decir: estamos hipotecando nuestras horas futuras frente a la pantalla. Tal vez podamos plantearnos invertir o guardar ese dinero en actividades que se dirijan más directamente a lo que realmente nos interesa.
  • Invertir en otros: Vivimos en un mundo social en el que los demás juegan un papel esencial para nuestra salud mental y afectiva. Hacer regalos, ser generosos con nuestro dinero y contribuir al bienestar de nuestro entorno (implicándonos la vida local, en voluntariados o en actos de caridad) es tal vez la mejor inversión posible. No sólo por las actitudes positivas que puede generar hacia nosotros (que tarde o temprano nos serán devueltas de forma inesperada), sino por el bienestar personal que genera. De hecho, el libro cita estudios que equiparan el bienestar personal de que aquellos que donan a organizaciones caritativas con el impacto que tendría doblar sus ingresos.
  • El dinero es una dimensión más de nuestro camino vital. Cómo invertirlo según lo adquirimos tiene un impacto similar al tipo de pareja que elijamos tener (o incluso si decidimos tenerla), elegir formar una  familia o el lugar donde decidamos asentarnos. Es por ello que resultar importante concienciarse de la importancia de entender su impacto en nuestra vida.

    Vía | Guru’s Blog

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