El político Benjamin Franklin ya advirtió en su autobiografía la problemática de la deuda con su célebre cita: “Es mejor levantarse sin cenar, que acostarse con deuda”. En esta misma obra enumeró un plan de 13 virtudes que intentó cumplir durante su vida entre las que se encontraba la frugalidad. Él mismo admitió que incumplió su plan muchas veces pero creía que intentarlo le hizo una mejor persona y de esta forma escribió: “Yo espero, por lo tanto, que alguno de mis descendientes pueda seguir el ejemplo y cosechar el beneficio”.
Con este precepto, hace apenas unos días el Banco de Pagos Internacionales, organización financiera propiedad de numerosos bancos centrales, entre ellos el BCE, alertaba sobre el alto nivel de endeudamiento público y privado. Y es que el fenómeno de los tipos de interés bajos impulsados por las políticas monetarias de los bancos centrales ha llevado a que haya países como Alemania que tengan rentabilidades negativas en su deuda pública hasta el vencimiento de 15 años. En Suiza, incluso invirtiendo en su deuda a un plazo de 30 años, la rentabilidad continúa siendo negativa lo que implica que tenemos que pagar por prestarles nuestros ahorros al gobierno de este país a este plazo. En otros estados como España, con un endeudamiento público igual al 100% del producto interior bruto, encontramos que nuestra inversión en bonos del estado con vencimiento a dos años también resultaría en un rentabilidad negativa del -0,029%. Como ya se ha indicado anteriormente este escenario global de tipos negativos tiene su origen en las políticas no convencionales de los bancos centrales.
Tras el comienzo del Quantitative Easing (QE) en Estados Unidos, la rentabilidad de la deuda soberana a 10 años pasó a cotizar de niveles medios del 4%, hasta la rentabilidad actual de mercado del 1,53%. A su vez, en 2015 el Banco Central Europeo inició el programa QE europeo, con semejantes consecuencias para la rentabilidad de los bonos europeos. La deuda soberana española con vencimiento a diez años, que llegó a cotizar en niveles del 7%, cayó hasta el 1,80%, momento antes de que Mario draghi anunciara el inicio del QE en enero de 2015 y, desde este anuncio, ha mantenido la rentabilidad de la deuda en mínimos a pesar de las turbulencias e incertidumbres mundiales.
Sin visos de solución
En este contexto, se espera que para los próximos años las inversiones tradicionales del ahorrador conservador –como los bonos del estado, letras del tesoro o depósitos de entidades financieras– continúen ofreciendo rentabilidades negativas o cercanas al 0%. Es por ello que debemos adecuar las expectativas a la situación de los mercados, que han modificado en buena medida las perspectivas de rentabilidad de un tiempo a esta parte. Hace apenas 5 años, hablar de inversiones garantizadas en el entorno del 1% poco menos que generaba una carcajada, puesto que eran muchos los productos financieros que ofrecían una TAE cercana e incluso superior al 4%. Hoy ese escenario es diametralmente opuesto y resulta muy complejo encontrar productos con rentabilidades garantizadas por encima del 1%. La buena noticia es que como consecuencia de una optimización en la gestión de las inversiones, en PSN, tras varios años de estímulos monetarios, nuestros productos más conservadores continúan batiendo la rentabilidad de la deuda soberana, de los depósitos y de la inflación. A modo de conclusión y retomando la cita de arranque de este artículo, cerramos con otro consejo de Benjamin Franklin: “El camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro”.
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