El 15 de mayo es el Día Internacional de las Familias, una fecha declarada en 1994 por Naciones Unidas para fomentar el apoyo activo al núcleo sobre el que se edifica la sociedad. Años después, en 2015, se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los que las familias y las políticas que les afectan juegan un papel crucial. Tanto es así, que este año el 15 de mayo se dedica al protagonismo de las familias en la educación y el bienestar de las personas, que la ONU relaciona con el Objetivo 4.
En 2017 también se quiere destacar la importancia de los miembros de las familias que se dedican al cuidado de los otros –niños, ancianos, enfermos u otras personas dependientes– y de las políticas orientadas a conciliar vida familiar y laboral. Estas políticas todavía no están lo suficientemente desarrolladas en muchas partes del mundo, ni siquiera en los países de la OCDE, entre los que están España y Portugal, pero son enormemente valoradas por los trabajadores y, por extensión, por los ciudadanos. De hecho, según la organización Great Place to Work, las empresas más valoradas por sus empleados están firmemente comprometidas con la conciliación, a través de medidas como la flexibilidad de horarios, el teletrabajo, el trabajo por objetivos, etc.
No obstante, no debemos establecer una relación exclusiva entre conciliación y cuidados, ya que armonizar el trabajo y la familia es mucho más que facilitar la crianza y la atención a las personas dependientes. Es permitir que los ciudadanos disfruten de un adecuado balance vida-trabajo e incluso que sean más felices.
Recientemente, el Foro Económico Mundiall publicó un análisis en torno a este balance, en el que Dinamarca aparece como el estado mejor situado, gracias a políticas sociales y laborales muy favorables, que protegen a todos los miembros de las familias y sitúan al país nórdico en los primeros puestos de distintos rankings de igualdad y del Informe Mundial sobre Felicidad de Naciones Unidas, que ha encabezado en varias ocasiones, pese a haber cedido el primer puesto a Noruega en la edición de 2017.
En España, el balance vida-trabajo no es tan positivo, aunque ocupamos el cuarto puesto del OCDE Better Life Index (Dinamarca el segundo), fundamentalmente porque disponemos de más horas diarias para el ocio y la familia (15,9, frente a las 15 del promedio de la OCDE) y solo un 6% de la población tiene un horario de trabajo que supere las 50 horas semanales (frente al 13% de media en los países desarrollados).
No es tan positivo, precisamente, debido a la ausencia de medidas que fomenten la conciliación, lo que hace que las tasas de empleo femenino y de natalidad sean de las más bajas. Además, el índice señala que la falta de adecuación entre los horarios laborales y escolares hace que las familias españolas deban recurrir a cuidadores informales para atender a los niños. Solo hay que fijarse en un dato: cerca de la cuarta parte de los abuelos españoles cuidan a sus nietos diariamente.
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